Errores perniciosos sobre nuestra identidad

Errores perniciosos sobre nuestra identidad

Rafael Acevedo

“La cultura de este país (es): Bermúdez-Montecarlo”, repetía J. R. Bonilla cuando éramos jóvenes profesores de la UCAMAIMA. Años después, cuando trabajaba en una famosa publicitaria, un reconocido creativo elaboró un eslogan que me inquietó. Con respeto profesional, le reproché: “¿No te parece que ese eslogan niega valores que tú mismo has defendido durante años?”. El mensaje decía: “Vamo’ arriba y no te apures… ¡Alégrate con B…!”(la marca del producto). Un llamado a divertirse, a no apurarse, a no afanarse, a no luchar. Otro creativo también dijo: “Nuestro país tiene alma de carnaval”.
Similarmente, en nuestros días vemos que son determinadas marcas comerciales las que dan directrices de identidad nacional, a menudo “creando” o “innovando tradiciones”, que acaso fueron retazos dispersos de dudosa relevancia para nuestra cultura.
Los judíos son probablemente el pueblo culturalmente más sólido jamás conocido.
Toda su historia está centrada en el tema de la identidad: Un hombre de Caldea, un país mesopotámico, cerca de Irak, abandonó su familia, su suelo y su cultura para fundar otro pueblo radicalmente diferente. Durante siglos, el pueblo judío fue sometido al mayor y más sistemático lavado de cerebro de que se tenga memoria. Primero la esclavitud, que los humilló y los redujo a la peor condición de aplastamiento de autoestima; y luego el desierto, un largo proceso de abstinencia, cambio de hábitos alimenticios, sanitarios y culturales; donde se le enseñaron nuevas leyes, hábitos y creencias. Igualmente, y de manera drástica, se les prohibió contaminarse con pueblos paganos de alrededor de costumbres relajadas. Y se les enseñó a tener una deidad y un solo Proyecto de pueblo-nación.
Muy contrariamente, pocos pueblos tienen una herencia étnica y cultural tan híbrida y confusa como la dominicana. Lo cual se agrava en la actualidad con la globalización y el consumismo, especialmente desintegradora de pueblos de dudosa y vacilante identidad nacional.
Procurar la identidad nacional mediante un folclore sincrético, aleatorio y libertino, es craso y peligroso error. Es mentira perniciosa hacer creer a la gente que es cultura una “fabricación alegre” de artes populares auspiciada por negocios asociados a las bebidas, derivados del tabaco y otras sustancias.
Fuimos fundados por aventureros y usurpadores que destruyeron casi todo rasgo cultural aborigen. Que luego trajeron esclavos africanos, agrupados para la venta en que cada uno procedía de una tribu distinta para que, no hablando el mismo lenguaje, ni teniendo iguales creencias ni hábitos, dichos esclavos no fueran capaces de comunicarse entre sí ni de ponerse de acuerdo para conspirar, ni rebelarse (Fichter).
Es fundamentalmente por eso que los negros dominicanos ni los haitianos han mantenido siquiera un acervo importante de palabras y significados africanos comunes.
Por otra parte, lo que merece enfatizarse, lo más importante, es que la identidad nacional no es meramente herencia histórica o étnica, sino el “Proyecto Nacional colectivamente construido”. Y también, que ha sido el cristianismo la mayor herencia identitaria, cultural y espiritual que tienen dominicanos y haitianos, y, según Manuel Maceiras, todo el mundo occidental. Y toda la humanidad. (RAP).

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