Por HELENE COOPER
WASHINGTON .- ¿Esto le suena familiar? El gobierno de George W. Bush, después de meses de insinuar que está considerando opciones militares para librar a un cierto país cercanoriental productor de petróleo cuyo nombre empieza con I de su supuesto programa de armas, dice que está dispuesto a intentar la diplomacia.
Públicamente, funcionarios estadounidenses dicen que la oferta muestra que Estados Unidos se inclina a trabajar con otros países diplomáticamente para resolver la crisis. Pero pronto empieza a parecer como si la diplomacia pública fuera sólo una forma de que los funcionarios estadounidenses dijeran que han agotado todas las opciones e intentado jugar limpio. En realidad, los funcionarios estadounidenses ya habían empezado a planear la guerra.
Esa fue la cadena de eventos que se inició el 12 de septiembre de 2002, cuando el Presidente Bush, en un discurso ante Naciones Unidas, se comprometió a buscar un consenso internacional para enfrentar a Saddam Hussein. Mi nación trabajará con el Consejo de Seguridad de la ONU para enfrentar nuestro desafío común, dijo Bush, calmando los temores de que Estados Unidos eludiera a Naciones Unidas. Como resultó, eso es exacatamente lo que Washington hizo seis meses después cuando fue a la guerra en Irak sin el respaldo de Naciones Unidas.
Para muchos de los críticos del manejo que hizo Bush de Saddam, el anuncio el miércoles de que Estados Unidos está dispuesto a unirse a los europeos en conversaciones con Irán sobre su programa nuclear, siempre que Teherán suspenda sus actividades con uranio, fue como un sueño recurrente: ¿El gobierno estadounidense de nuevo estaba usando la diplomacia pública como cubierta política mientras se prepara para usar la fuerza militar?
Esta vez, todos los signos dicen no. El mundo de junio de 2006 es fundamentalmente diferente al de septiembre de 2002, justo un año después de los ataques contra el World Trade Center y el Pentágono. En ese entonces, Estados Unidos acababa de derrocar al régimen Talibán en Afganistán, en una guerra vista con simpatía internamente y en muchos otros países.
Y aunque nunca se probó una conexión entre los ataques del 11 de septiembre y Saddam, se creía extensamente que el gobierno de Bush estaba en lo correcto en su determinación de que Saddam estaba desarrollando armas de destrucción masiva. Después de una ola de ataques con ántrax en Estados Unidos, la idea de librar a Irak de sus armas químicas y biológicas parecía noble. Y el índice de aprobación interna de Bush era de 69 por ciento.
Adelantémonos hasta hoy. Gracias a la torpe información de espionaje sobre el programa de armas de Irak, sería más difícil formar una coalición de los dispuestos, ya no digamos Naciones Unidas, a atacar militarmente a Irán. Las tropas estadounidenses están presionadas realizando demasiadas misiones, y los sondeos muestran que la mayoría de los estadounidenses piensa que la guerra en Irak está yendo mal.
Irán tiene opciones y recursos vastamente diferentes que Irak. Si es atacado, pudiera tomar represalias en Irak, por ejemplo, dados sus estrechos nexos con los chiitas que ahora tienen el poder ahí. Pero aun cuando la opción militar no sea agradable para Estados Unidos y sus aliados ahora, tampoco lo es la idea de vivir con un Irán con armas nucleares. Si Irán se acerca a adquirir o adquiere una bomba, los formuladores de políticas pudieran un día sentirse tentados a pensar en que vale la pena correr el riesgo de un choque militar.
Pero ese punto no ha sido alcanzado todavía.
Estados Unidos no tiene el estómago para la invasión militar, y la comunidad mundial no va a ser un espectador pasivo esta vez, dijo Abbas Milani, director de estudios iraníes en la Universidad de Stanford.
James B. Steinberg, quien fue subasesor de seguridad nacional bajo el gobierno del Presidente Bill Clinton, dijo que esta vez los funcionarios del gobierno de Bush reconocen que no tienen muchas opciones unilaterales.
Steinberg y Milani elogiaron el acercamiento del gobierno hacia Irán, diciendo que pone a Estados Unidos en buena posición no importa cómo responda Irán.
Irán dice que su actividad de enriquecimiento de uranio es pacífica, y está técnicamente en lo correcto al decir que esa actividad está permitida bajo el tratado de no proliferación nuclear. La semana pasada, funcionarios iraníes reiteraron que su programa nuclear es un tema soberano.
La iniciativa acordada el jueves por Estados Unidos y cinco importantes potencias ofrece incentivos si Irán suspende su programa de actividades nucleares. Pero aun cuando Irán decline la oferta del gobierno estadounidense, Estados Unidos, al hacerla, ha roto el estancamiento del Consejo de Seguridad y empujado a Naciones Unidas hacia medidas coercivas. Ese resultado quizá no sorprenda a los estadounidenses, ya que hay al menos una similaridad con los eventos que condujeron a la guerra de Irak: Funcionarios estadounidenses se muestran pesimistas sobre lo que puede surgir de conversaciones con un adversario engañoso y falso.
Pero aun cuando esta iniciativa resulte ser una maniobra fingida que sólo demuestre la mala fe de los iraníes, en vez de resolver la crisis, las consecuencias presumiblemente serían muy diferentes que con Irak: sanciones por parte de un grupo unido de aliados esta vez, en lugar de una guerra que divida las alianzas de Estados Unidos.
Diplomáticos y analistas dicen que si Irán rechaza el paquete, Estados Unidos estaría en mejor posición de argumentar en favor de sanciones. En realidad, la acción de Estados Unidos está dirigida tanto al resto del mundo como a Irán, reflejando otra lección de la guerra de Irak, cuando Estados Unidos fue acusado de ignorar el consejo de aliados y enemigos por igual. El miércoles, por ejemplo, antes de que anunciaran su nueva disposición a negociar con Irán, altos funcionarios del gobierno telefonearon a un puñado de académicos y líderes de opinión, incluidos demócratas, para hablar de la nueva estrategia hacia Irán con ellos.