Es difícil alcanzar el 50%

Es difícil alcanzar el 50%

La historia política reciente, entiéndase el pos-trujillismo, indica que es muy difícil que un partido político, en una contienda comicial, obtenga mayoría absoluta, es decir, una votación superior al 50 por ciento.

A mi juicio sólo dos candidatos, a raíz de la desaparición de la tiranía trujillista han registrado votaciones superiores a la mitad de los sufragios válidos emitidos. Me refiero al profesor Juan Bosch, el 20 de diciembre de 1962, cuando alcanzó 619,491 votos, para algo más de un 60 por ciento, y Don Antonio Guzmán Fernández, el 16 de mayo de 1978, que obtuvo 856,084 sufragios (mal contados, porque hubo fraudes), para un 53 por ciento.

Sólo en esas dos oportunidades ha habido verdadera mayoría absoluta. Y digo verdadera, porque ningún historiador serio puede dar como válidos los resultados de los torneos electorales de 1966, 1970 y 1974. En 1966 no hubo elecciones libres, el país estuvo ocupado por tropas norteamericanas y el profesor Juan Bosch, candidato a la sazón por el Partido Revolucionario Dominicano, no pudo recorrer el país. Y en los procesos de 1970 y 1974 había un gran terror político que provocó que la oposición se abstuviera de participar y los balagueristas (ellos mismos) contaban los votos.

En los certámenes electorales siguiente, exceptuando el de 1978, nadie se ha juntado con la anhelada mitad más uno, aunque el doctor Salvador Jorge Blanco y el ingeniero Hipólito Mejía se han acercado bastante.

Jorge Blanco, en los comicios de 1982, obtuvo 854,868 votos, para un 47 por ciento; y el ingeniero Mejía, en el año 2000, alcanzó un millón 593,231 votos, para un 49.87 por ciento.

El ingeniero Hipólito Mejía fue proclamado ganador en esos comicios, porque el licenciado Danilo Medina, candidato del Partido de la Liberación Dominicana, que alcanzó 796,923 sufragios, para un 24.94 por ciento, renunció a la participación a una segunda vuelta.

La mayoría absoluta para ganar unos comicios de carácter presidencial es un requisito constitucional, a raíz de las reformas hechas a la carta magna en agosto de 1994. En la misma contienda de 1994 el doctor Joaquín Balaguer «ganó» con un 42 por ciento, pero también supuestamente había triunfado en 1990 al computar 637,763 sufragios, para un anémico 35 por ciento. También Balaguer «ganó» en 1986 con 41 por ciento.

Pienso que la mayor dificultad para alcanzar más de la mitad de los votos válidos emitidos descansa en que a partir del año 1982 el escenario político nacional ha estado constituido por tres fuerzas políticas mayoritarias que se distribuyen en mayor o en menos medida (dependiendo de las circunstancias y la correlación de fuerzas) el electorado nacional.

Las encuestas de opinión que salgan a la luz pública en lo adelante y que se traten de investigaciones de incuestionables carácter científico podrían constituir ribetes válidos sobre los posibles resultandos de las elecciones del 16 de mayo. Se publican muchas encuestas, pero uno tiene sus propias mediciones y me parece que la que publicó la Hamilton, en el matutino Hoy, es la que más se acerca a la verdad. En ese estudio el doctor Leonel Fernández tiene un 52, Hipólito Mejía un 25 y Eduardo Estrella un 17 por ciento. Esos porcentajes podrían subir o bajar, dependiendo de las circunstancias.

He sostenido, de forma desapasionada, que las posibilidades de que el PLD y su candidato presidencial, el doctor Leonel Fernández, ganen en la primera ronda, son apreciables, pero no es nada seguro ni definitivo. Si partimos de los resultados de la Hamilton, la cual estoy tomando como parámetro, Fernández ha bajado, con relación a estudios anteriores, mientras Mejía y Estrella han subido.

Y si Mejía y Estrella siguen subiendo (o en el menor de los casos uno de los dos) podría ser suficiente para que el candidato peledeísta descienda del 50 por ciento, por lo menos en las encuestas, porque se puede dar el caso de que Fernández aparezca con un 48 en los estudios de opinión y gane las elecciones, porque en las elecciones (valga la redundancia) sólo se cuentan los votos emitidos e inmediatamente los indecisos o abstencionistas salen de juego.

De todos modos, pienso que un partido político con evidentes perspectivas electorales tiene que estar preparado para las diferentes posibilidades o escenarios que puedan presentarse eventualmente.

De esa forma un triunfo no se interpreta como un revés, como en efecto ocurrió en la primera vuelta electoral de 1996, donde el PRD y el doctor Peña Gómez obtuvieron un 46 por ciento y 204 votos por encima del doctor Fernández y el PLD, que lograron un 39 por ciento, y fueron estos últimos quienes salieron a las calles a celebrar.

Eso indica que Peña y la militancia del partido blanco no estaban preparados para una segunda ronda y ahí vino el daño psicológico, del cual no pudieron reponerse jamás. Lo demás es historia patria: el Frente Patriótico se alzó con la victoria electoral.

Por lo visto ganar un certamen electoral con mayoría absoluta, donde hay tres fuerzas políticas mayoritarias, no es tan fácil. sin embargo, los acontecimientos y circunstancias de esta recta final de la campaña electoral podrían arrojar datos valederos y que lleven a mejores y certeras conclusiones.

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