¿Es Dios perverso y corrupto?

¿Es Dios perverso y corrupto?

La semana pasada el Senado de la República decidió casi a unanimidad tirar por la borda los derechos reproductivos de las mujeres, a cambio de que la iglesia católica y las evangélicas bajen la presión con el tema de la corrupción y la impunidad.
Explico: hace varios meses, el presidente Danilo Medina observó el Código Penal que emanó del Congreso porque penalizaba todo tipo de aborto. La observación incluyó tres causales en que se permitiría legalmente el aborto: ante peligro de muerte para la madre, en casos de violación sexual o incesto, y en casos de malformaciones congénitas incompatibles con la vida.
Cualquier persona sensata sabe que legalizar el aborto en esas condiciones es lo justo y humano; es también lo que hacen la mayoría de los países del mundo.
Ojo: permitir el aborto en esas circunstancias no quiere decir que se obligue a nadie a abortar.
Si la interrupción es legal en caso de riesgo de muerte para la madre, una mujer embarazada que no quiera interrumpir su embarazo, puede elegir morir. Pero si el aborto está totalmente penalizado, una mujer no tiene opción, tiene necesariamente que morir.
Lo mismo ocurre con la violación o incesto. Si la interrupción es legal por esa causa, una niña o joven que quiera concluir el embarazo producto de una violación sexual, puede hacerlo, Pero si está penalizado, toda niña o joven violada está obligada a concluir el embarazo.
Hay que ser perverso para obligar una niña, joven o mujer adulta a morir en un embarazo, o a tener que completarlo cuando es producto de un crimen horrendo como la violación sexual.
¡Por favor, curas y pastores, no metan a Dios en esas atrocidades! Dios no puede ser perverso.
Durante muchos años, mientras el Código Penal se ha debatido, las iglesias se han opuesto de manera militante y beligerante a que se permita legalmente cualquier forma de aborto. Siempre a la ofensiva, han puesto presión a los legisladores para que no se legalice ninguna forma de aborto.
Para las religiones, instituciones dominadas por hombres, controlar la sexualidad de las mujeres ha sido históricamente una obsesión. Y para muchos políticos corruptos, las mujeres son simplemente un objeto.
En los últimos meses, las iglesias se han cobijado en la Marcha Verde para protestar, supuestamente contra la corrupción y la impunidad, pero, sobre todo, para poner presión al gobierno, de manera que, en esta difícil coyuntura política, el presidente y el Congreso abandonaran el intento de legalizar el aborto en las tres causales indicadas.
Asustados como están por las acusaciones de corrupción, los senadores decidieron complacer a las jerarquías de las iglesias para que le saquen el guante. O sea, los derechos reproductivos de las mujeres han sido el objeto de truque en la transacción.
Ahora las jerarquías de las iglesias bajarán la presión, no porque haya terminado la corrupción y la impunidad, sino porque se penalizará todo tipo de aborto.
¿Es Dios corrupto para aprobar semejante transacción?
¿Qué haría Jesucristo si entrara hoy al Senado de la República Dominicana?
¿Felicitaría a los senadores como hizo la Conferencia del Episcopado?
¿O llamaría a los legisladores fariseos hipócritas?
Es penoso que casi la totalidad de los senadores peledeístas votaran para penalizar todo tipo de aborto, y es aún más penoso que las tres senadoras fueran cómplices del atropello.
La obsesión ancestral de las religiones con el control de la sexualidad y la maternidad de las mujeres es una patología social, como lo es la obsesión de los políticos con el poder desmedido y la corrupción que eso engendra.

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