Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Juan 14: 15.
Cuando decimos que amamos estamos expresando que somos incondicionales y capaces de hacer lo que sea por la persona amada. Pero los hechos muchas veces demuestran lo contrario; lo que expresamos no se corresponde con lo que hacemos, estando muy distante de lo que significa el amor.
El verdadero amor no necesita muchas palabras porque los hechos lo demuestran; cuando hay amor, hay entrega, fidelidad y obediencia. El que ama vive para hacer sentir bien a la persona que ama y para demostrarle lo que hay en su corazón. No se cansa de halagarle y decirle por medio de gestos, actitudes, palabras y hechos que es importante y que ocupa un lugar especial en su vida.
Cuántas veces decimos que amamos a Cristo, pero los hechos hablan por sí solos. Cuando Lo amamos renunciamos a todo lo pecaminoso y sucio que nos rodea para ser obedientes a Su Palabra. Es fácil decirlo pero se nos hace muy difícil demostrarlo ¿Por qué? Porque realmente no hemos entendido el verdadero amor del Padre, quien no escatimó en entregar a Su Hijo; y el Hijo se despojó de toda Su gloria para morir por nosotros.
Cuando este sacrificio se hace presente, nuestro corazón se contrista por las veces que Le fallamos, sin tomar en cuenta que éste fue, es y será el sacrificio más grande, todo para que fuésemos libres de cada pecado que nos separa de Su amor eterno.