Es hora de considerar la retirada de Irak

Es hora de considerar la retirada de Irak

Esta semana se dejó atrás una piedra millar macabra en Irak. Más de 1,000 soldados estadounidenses han muerto desde que la invasión encabezada por EEUU empezó hace casi 18 meses. Una abrumadora mayoría de ellos perdieron la vida después que el presidente Geroge W. Bush declaró que habían terminado las principales operaciones de combate, en su ahora infame oportunismo fotográfico “Misión Cumplida”, en mayo del año pasado.

Durante ese tiempo, un número desconocido de civiles iraquíes, en su mayoría, en realidad no menos de 10,000, y posiblemente tres veces esa cifra, han muerto, y cientos más siguen muriendo cada semana. Después de una invasión y ocupación que les prometió la libertad,

los iraquíes han visto cómo se evapora su seguridad, su estado está aplastado y el país se fragmenta en un archipiélago sin ley regido por milicias, bandidos y secuestradores.

El proceso de transición política, diseñado para llegar a una asamblea constituyente y elecciones generales el año próximo, se ha desgastado porque la nerviosa autoridad de ocupación dominada por EEUU insiste en designar a dedo permutaciones varias de gobernadores iraquíes interinos, en su mayoría exiliados o expatriados que carecen de respaldo entre su pueblo. Lo que hubieran pensado los iraquíes de los norteamericanos cuando entraban -y eso no fue nunca lo que estos políticos emigrados le dijeron a Washington que estarían pensando- una vasta mayoría ve ahora las fuerzas de EEUU como ocupantes, más que libertadores, y quieren que se marchen.

La continuidad de una guerra que se ganó tan rápidamente se ha vuelto tan chapucera, que EEUU está en el mínimo de los últimos vestigios de su siempre exiguo apoyo aliado, en momentos en que Irak necesita toda la ayuda que se pueda conseguir. La ocupación ha perdido el control de grandes áreas del país. Después de decidir que todos los que vivían y trabajaban en Irak bajo el régimen de Saddam Hussein tenían algún grado de culpa colectiva, los virreyes de Washington purgaron las fuerzas armadas del país, el servicio civil y las instituciones hasta tal punto, que quebró la columna dorsal del Estado, marginó las fuerzas políticas internas, echó a un lado a muchos con la capacidad para reconstruir los servicios de Irak y, por supuesto, alimentó la insurgencia que todavía las fuerzas de EEUU tienen que identificar con precisión, por no hablar de enfrentarse a ellas.

Hay señales de que los funcionarios de EEUU están empezando a “entender la cosa”, según la frase del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, empleada paternalmente para caracterizar la visión de la seguridad de los iraquíes. Pero si estos están cada vez más conscientes de que lo que han creado en Irak es un desastre, se ven perdidos en cuanto a qué hacer ante tal situación.

El centro del problema que hay que enfrentar es el siguiente: ¿ Es la presencia continuada de las fuerzas militares en EEUU en Irak parte de la solución o parte del problema?

Como fuerza de ocupación, EEUU es responsable de Irak bajo la ley internacional, y tiene el deber de tratar de dejarlo en mejor situación que como lo encontró. Pero no hay ninguna señal de que sea así.

Ha llegado el momento de considerar, por tanto, si una retirada estructurada de EEUU y las tropas aliadas que quedan, simultáneamente con una entrega factible de la seguridad a fuerzas iraquíes y un proceso político legítimo y plural, puede trazar una vía para salir del caos actual.

Enfrentados a un programa de retirada, los iraquíes que actualmente se sienten impotentes sabrían que la oportunidad de labrarse un futuro mejor está en sus manos.

Veamos la seguridad. Las fuerzas iraquíes se están reconstruyendo para que asuma las tareas en la primera línea. Es un trabajo lento, pero este no es el problema real. Es que esas fuerzas que ya están entrenadas no pueden estar del lado de un ejército norteamericano que diariamente hace llover miles de toneladas de proyectiles y fuertes explosivos sobre sus compatriotas. Cada vez

que se produce un sitio a Faluya o Nayaf, en el que EEUU rompe el fuego que mata cientos de civiles, esas fuerzas iraquíes se desacreditan. Hasta la retirada final, tendrá que haber una política de restricción de acciones militares, impuesta sobre todo a los comandantes de EEUU que han estado operando sin referencias a sus propios superiores, mucho menos al gobierno iraquí, nacional y soberano.

Políticamente, si las elecciones del año próximo tuvieran alguna posibilidad de reflejar la voluntad del pueblo iraquí, habría que abrir el proceso. La conferencia nacional del mes pasado, o la proto-asamblea, estuvo monopolizada por políticos exiliados alineados con el gobierno interino de Iyad Allawi. La única forma que puede crear coaliciones nacionales del complejo entramado de religiones y etnias de Irak, es la inclusión de los que se oponen a la ocupación. Esto significa negociar con los insurgentes, probablemente a través de los líderes religiosos de la estatura del Ayatollah Alí al-Sistani. También significa una amnistía, que debería ayudar a las autoridades iraquíes a adquirir la legitimidad para aplastar a los miembros de la “yijad” y otros rebeldes.

Lo ideal sería que EEUU acompañara la retirada declarando que no tiene intención de establecer bases en Irak, y que por el contrario, desea facilitar acuerdos de seguridad regional. Esta sería una política más estabilizadora que la de amenazar a vecinos como irán y Siria, cuyas fronteras con Irak, en ningún caso, EEUU es capaz de controlar.

Nada de esto será menos caótico. Pero si el señor Bush, o John Kerry ganan las próximas elecciones, a la larga EEUU tendrá que hacer algo al respecto. El caos representa un gran riesgo, y a través de la historia las fuerzas de ocupación han señalado ese riesgo como la causa de quedarse donde están. Pero el caos ya está ahí, y la potencia ocupante es en gran medida responsable, por lo que tiene que empezar a prepararse para echarse a un lado y dejar que los iraquíes traten de salir de el.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRRION

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