Lamento que los funcionarios del gobierno dominicano no le hayan puesto atención a las recomendaciones hechas por José Luis Machinea durante su reciente visita al país. El Director Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina dijo entonces: República Dominicana precisa de una estrategia de hacia dónde quiere ir. Es difícil encontrar casos exitosos en el mundo de países que no hayan tenido una estrategia.
Y por si alguno de los administradores del Estado perdió la oportunidad de aprender lo que es estrategia, podría descubrir que es el establecimiento de objetivos básicos a largo plazo de un gobierno o de una empresa, junto a la adopción de cursos de acción y asignación de recursos necesarios y suficientes para lograr sus propósitos.
En menos palabras, estrategia es como poner la luz alta cuando se conduce un vehículo por carreteras oscuras y peligrosas para así anticiparse a los problemas y poderlos enfrentar exitosamente cuando surjan. Pero los funcionarios que nos gobiernan parecen conducir sus responsabilidades apenas con las luces de estacionamiento, prácticamente a ciegas. Eso es, si no es en los asuntos que les dejan pingües beneficios personales, porque entonces pasan a ser los más eficientes entre los eficientes.
¿Qué dominicano no sabía con mucha antelación que el principal problema de la economía iba a ser el petróleo? ¿O fue que olvidaron el discurso de Leonel Fernández en el año 2000 cuando entregara el mando del Estado a Hipólito Mejía, y hacía esa advertencia a los que asumían entonces el poder? Ahora salen corriendo a reunirse alocadamente aparentando hacer en un día lo que no hicieron en cuatro años de gobierno.
¿Qué dominicano desconoce que el tránsito por las calles es un claro ejemplo de desorden y de falta de autoridad a pesar de que se han gastado miserablemente los millones de Chaflán? Ahora andan vueltos locos y sin idea sobornando a cuanto tránsfuga aparezca entre los empresarios del transporte para evitar que se evidencie que el caos es generado desde el gobierno mismo.
¿Qué dominicano no se ha dado cuenta de que la educación nacional está entre las peores del continente? La encuesta continental publicada la semana recién pasada nos coloca por debajo del promedio latinoamericano. A nadie debe hacerle gracia que mientras el presidente Fernández dice empeñarse en hacer de nuestro país un New York chiquito nuestros bachilleres llegan analfabetas a las Universidades. Y para colmo la Secretaría de Educación provee el desayuno escolar con un menjurje que no alimenta, pero deja pingües beneficios a los suplidores y los intermediarios de la cartera educativa.
Lo mismo puede decirse, llenos de vergüenza por supuesto, de la salud pública que ya discute los últimos lugares en América Latina con Haití y Bolivia. Están obligados ahora a soportar extranjeros que vienen a decirles lo mismo que les hemos dicho y nunca han querido escuchar: que no es construyendo hospitales a sobre precio como se mejora la salud de los dominicanos, sino con planes preventivos bien abastecidos. La varilla y el cemento pueden engordar bolsillos pero no mejoran la salud de los dominicanos.
Hemos llegado al fondo del vertedero social porque a los funcionarios sólo parece interesarles los beneficios personales que pueden obtener de inmediato. Cada uno de ellos, salvo contadas excepciones, está relacionado empresarialmente con la cartera que dirige. Nada de anticiparse a los acontecimientos dañinos para el país ni hacer planes a largo plazo, ni asignar recursos suficientes y necesarios para los casos prioritarios. La anticipación sólo está dispuesta cuando de enriquecerlos se trata.
Resulta interesante recordar ahora la campaña electoral de Bill Clinton contra George Busch padre. En esos tiempos el marido de Hillary señalaba a su adversario que la economía era el principal problema de esa nación. De ahí aquel slogan que pegó, bien pegado, entre la mayoría de los estadounidenses: ¡Es la economía, estúpido! Así que, dada la falta de interés por el futuro que muestran los administradores del Estado dominicano, no estaría de más parodiar a Clinton diciendo: ¡Es la estrategia, estúpidos! Pero no estoy seguro de que quieran escuchar este tipo de consejos. Aunque sea para ayudarlos, de la mejor buena fe, a liberarse de su ambición y de su ignorancia.