¿Es la mentira la mejor opción?

¿Es la mentira la mejor opción?

POR MARLENE LLUBERES
«Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres», Jn 8:32. Existe una tendencia en los seres humanos, desde su nacimiento, a amar el mal más que el bien, la mentira más que la verdad. Realizamos afirmaciones que no se corresponden con la verdad bajo el pretexto de que no origina consecuencias negativas para quien las expresa ni para quien las recibe, teniendo la seguridad de que los resultados serán beneficiosos, a pesar de su falsedad.

Pensamos que al hablar mentira o al decir una verdad a medias, que a fin de cuentas también es un engaño, agradamos o beneficiamos a quien la escucha.

De manera casi inconsciente hemos puesto nuestro refugio en la mentira, logrando, en la mayoría de los casos, postergar consecuencias que indefectiblemente se producirán.

Se nos presentan situaciones en que nuestras palabras o actuaciones se ven comprometidas y como manera rápida de salir triunfantes, echamos manos al engaño, a la distorsión de los hechos, a la falsedad.

Sin embargo, es Dios quien nos enseña todo lo opuesto a lo que hasta hoy ha sido nuestra práctica constante nos revela que ninguna mentira procede de la verdad, que al hablar nos hacemos esclavos de ella, viviendo en un mundo de engaño y confusión, desconociendo que únicamente la verdad nos hará libres y podrá romper y desarticular todo lo que pueda levantarse en nuestra contra, teniendo la certeza que nada hay oculto que no sea manifestado, ni nada en secreto que no salga a la luz.

Es un mandamiento de Dios el no mentir, ya que El no nos ha señalado circunstancias específicas donde sí podríamos hacerlo, ni nos ha proporcionado categorías para clasificarla.

No importa cuan difíciles, dolorosas o vergonzosas sean las consecuencias, debemos en todo tiempo y circunstancia decir la verdad, sabiendo que el labio veraz permanecerá para siempre, más la lengua mentirosa sólo por un momento.

Si lo hacemos, estaremos transitando por el camino que Dios nos ha trazado en su palabra, teniendo como nuestra mejor defensa el amor ya que la verdad dicha con amor será recibida en paz, a pesar del impacto que pueda ocasionar a quien la escucha.

Desechamos la mentira y hablemos la verdad cada uno con nuestro prójimo, teniendo la convicción de que al hacerlo seremos personas íntegras, que no despreciamos lo que con gran sabiduría nos dicen las escrituras, que al conocer la verdad viviremos en libertad.

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