Ya sabemos que la Policía Nacional dispuso la suspensión de los agentes que participaron en el asesinato de la pareja de esposos Joel Díaz y Elisa Muñoz en Villa Altagracia. Cuando supuestamente confundieron su vehículo con otro al cual le estaban dando seguimiento. El hecho se produjo, tan solo un día después que el Departamento de Estado de Estados Unidos diera a conocer su informe sobre los Derechos Humanos en República Dominicana, el cual señala que, si bien la ley dominicana lo prohíbe, miembros de las fuerzas de seguridad, principalmente la Policía Nacional, llevan a cabo torturas, golpes, abusos físicos, y establece que la impunidad ha sido un problema dentro de ciertas unidades de la propia Policía Nacional.
Diversos sectores de la sociedad han emitido mensajes repudiando la actuación policial en ese hecho, al que se le suman otros similares, ocurridos en los últimos años, como la muerte también “por error” de dos jóvenes en San Francisco de Macorís, en el año 2019 y que involucró al raso policial Juan Cristian de Aza. Además, el caso de Jonathan Santiago Santana, ocurrido el 2 de febrero de 2018 en Herrera, a quien policías esposaron a una escalera y abandonaron luego de dispararle para que este muriera, sin recibir atenciones médicas. Como efectivamente ocurrió, pues al ser conducido al hospital, luego de los lugareños lograr romper las esposas, este murió en el camino.
Pero todavía permanece en la opinión pública, la muerte en la provincia Valverde, del teniente coronel, Ramón Israel Rodríguez Cruz, de la Fuerza Área Dominicana que estremeció a la sociedad dominicana y cuyas circunstancias alrededor del suceso no fueron totalmente esclarecidas por las autoridades.
Ciertamente estos hechos de sangre y de brutalidad policial nos llenan de vergüenza ante la comunidad internacional, pues son noticias que dan la vuelta al planeta. Lo que hace necesario una refundación de la Policía Nacional que conlleve una nueva misión, visión y también una depuración de sus miembros, para dejar atrás la cultura militarista y gansteril de esta institución, para convertirla en un órgano que garantice, proteja y defienda a los ciudadanos con políticas firmes de seguridad pública y ciudadana.
Sin embargo, en momentos como estos donde la honorabilidad del cuerpo del orden es puesta en duda con denuncias de corrupción en su interior y también de prostitución del sistema de justicia conviene saber que todo esto responde a una cultura enraizada en la psiquis del policía, por lo que la reforma policial debe tomarlo en cuenta e involucrar a todas las fuerzas vivas de la nación y dotar a esta de mecanismos que permitan la identificación concreta y plena de los policías, sus vehículos y sus procedimientos para que los ciudadanos puedan reconocer con claridad diáfana cuando están frente a un policía que cumple con su deber y no frente a un delincuente.
Por otro lado, debemos tener presente que no podemos dejarnos sorprender en el juego de poder que se da, de grupos a lo interno de la Policía Nacional para hacer saltar a los jefes y pensar que estos problemas son responsabilidad, como en este caso, de su nuevo director, el mayor general Edward Ramon Sánchez González. Por el contrario, Edward es un hombre honesto y correcto que merece todo el apoyo de la ciudadanía para ayudarle a adecentar esa lastrada institución. Por eso, pienso que es tiempo ya de que el gobierno dominicano y todos nuestros políticos comprendan que el policía debe ganarse el respeto de la ciudadanía, no el temor, ni el desprecio y que tienen que coadyuvar para que la policía pueda lograr ese anhelado estado en nuestra sociedad.
En esta coyuntura viene como anillo al dedo la actuación del fallecido humorista mexicano Mario Moreno, El Cantinflas en la película Patrullero 777 que fue dirigida por Miguel Melitón Delgado en el año 1978 y que fuera muy popular en América Latina. En la parte final de la cinta se le escucha decir al uniformado Diógenes Bravo, el personaje interpretado magistralmente por Mario Moreno: “Cuando hagamos conciencia que más que autoridad somos servidores públicos, nos habremos ganado el respeto de nuestros conciudadanos y la confianza de la sociedad a la cual servimos”. Dejando muy claro lo que debe ser el verdadero rol del policía en la sociedad.