¿Es la República Dominicana un Estado fallido?

¿Es la República Dominicana un Estado fallido?

POR MARIO MENDEZ
El ex-embajador dominicano en Washington licenciado Hugo Guiliani Cury advirtió que la calificación de la República Dominicana como un Estado fallido pudiera tener «consecuencias terribles» para el país y pidió a todos los sectores del país actuar para contrarrestar esa categorización.

A continuación el texto de la entrevista concedida por Guiliani Cury al editor económico de Hoy:

– Hace unos días el periódico de Hoy publicó el análisis que hizo una conocida publicación norteamericana en el cual catalogaba a la República Dominicana como un «Estado fallido».  ¿Podría usted darnos algunos antecedentes del origen de ese análisis?

A finales del pasado mes salió publicada la edición de «Foreign  Service» correspondiente a Julio – Agosto 2005, la cual es patrocinada por el «Carnegie Endowment for Internacional Peace». En ella aparece un trabajo hecho por esa prestigiosa publicación  y el «Fondo para la Paz» sobre los «Estados Fallidos», en el cual analiza a sesenta naciones determinando a través de doce criterios de evaluación y un índice la posición que le corresponde a un grupo de países que son o serán «Estados fallidos».  Desde hace varios años en Estados Unidos y Europa se viene estudiando el impacto negativo que podrían tener los «Estados Fallidos» no sólo sobre sus propios ciudadanos, sino también sobre el nuevo orden mundial.  Esto se hizo bajo el patrocinio de la «Fundación para la Paz Mundial» en varios encuentros que se celebraron en la Universidad de Harvard y a través de su escuela de Gobierno John F. Kennedy.  En esos seminarios se congregaron unos cuarenta académicos y hacedores de políticas externas para analizar a fondo este tema.  Es ahí donde comienzan a surgir trabajos como el que ha presentado la publicación «Foreign Policy».

– ¿Cómo usted define un Estado fallido?

Existen diversas definiciones sobre lo que es un «Estado fallido», siendo una de ellas la de una Nación que ha sido incapaz de proveer a sus ciudadanos de los bienes políticos tangibles e intangibles más necesarios, considerándose que debido a esa incapacidad gradualmente colapsarían e irían hacia la disolución como nación.  Otra de las definiciones es la de una nación que representa una amenaza para los demás y donde la ausencia de autoridad podría dar lugar a que en su territorio se instalen narcotraficantes, terroristas y asesinos.  Igualmente donde también existen grandes flujos de personas que por la falta de oportunidad emigran hacia países vecinos donde no son deseados.  Sin embargo la que siempre me ha parecido mejor es la dada por Robert Rotberg, quien es el Director de la Escuela de Gobierno J. F. Kennedy, en la Universidad de Harvard.  Su definición es la siguiente: «Las Naciones pueden ser fallidas cuando internamente son consumidas por la violencia, o cuando cesan de entregar los bienes políticos positivos a sus habitantes.  También cuando sus gobiernos pierden credibilidad y en forma continua su naturaleza comienza a ser cuestionable e ilegítima en las mentes y los corazones de sus ciudadanos».  El análisis de Foreign Policy, es un diagnóstico hecho para sesenta países y basado en doce indicadores de inestabilidad, los cuales abarcaron aspectos de la economía, de la política, así como de las áreas  militares y sociales.  En esa evaluación,  la República Dominicana fue clasificada como una de las primeras veinte naciones que tienen mayor riesgo de convertirse en un Estado fallido.  En el grupo en que se incluye a nuestro país, estamos acompañados de las peores naciones, siendo algunas de ellas ya consideradas como «Estados fallidos», siendo este el caso del Congo, Sudan, Irak, Somalia y Haití.

– ¿Qué recomienda usted que el país haga ante la calificación que nos han dado de Estado fallido?

Este es un asunto que tiene una importancia trascendental para todos los dominicanos y que tiene graves efectos negativos para el país tanto a nivel interno como externo.  Esta clasificación de ser un «Estado fallido» y colocarnos junto a los peores y más peligrosos países del mundo tendrá repercusiones terribles sobre la nación.  Algunas de las áreas más afectadas lo serán las posibilidades de  atraer nuevas inversiones, el turismo, la calificación como riesgo país y la imagen de todos nosotros en el exterior tanto como sociedad y como personas.  Es por ello que sugiero prestar suma atención a este tema y en consecuencia debemos actuar en diferentes direcciones.  La primera es analizar con profundidad el trabajo hecho por Foreign Policy para determinar si sus conclusiones en relación a República Dominicana son correctas o no.  El segundo paso sería proceder inmediatamente a preparar un trabajo que contrarreste al realizado por «Foreign Policy»  para con esos datos reunirnos y discutir con los editores y analistas de esa publicación el caso dominicano.  Suponiendo que se pueda probar a Foreign Policy que su evaluación para República Dominicana no fue correcta, evitaríamos que en la próxima publicación  el país sea nuevamente incluido como un «Estado Fallido».  La tercera dirección es obviamente que esto, no importa cual sea su resultado,  nos lleve a una profunda reflexión para que la nación como un todo se aboque a corregir las áreas donde tenemos graves  problemas y así eliminar cualquier vestigio de que en un futuro cercano podamos ser catalogados y en realidad convertirnos en una nación fallida.

– ¿Cuál es su opinión sobre los resultados que nos ha presentado «Foreign Policy» sobre el caso dominicano?

En forma todavía preliminar y carente de rigurosidad pero utilizando los mismos criterios y siguiendo la metodología de Foreign Policy, he tratado de hacer mi propia evaluación respecto a República Dominicana y algunos de los países latinoamericanos incluidos en esa lista.  Mis primeros resultados me indican que el mal puntaje que Foreign Policy nos ha dado en algunos de los indicadores ha sido excesivo y cuando los comparo con el que le han otorgado a esas naciones latinoamericanas, se reafirma más en mí esa apreciación.  El tema de los Estados Fallidos, lo he venido estudiando desde que estaba en Washington a raíz de la situación que se  generó con Haití y en las diversas publicaciones que había podido estudiar sobre ese tema, en ninguna aparecía República Dominicana.  Es cierto que nuestro país tiene algunas cosas que no funcionan bien, pero también es cierto que posee muchas buenas que estarían dentro de los criterios utilizados por la evaluación.  Por ejemplo, en el período 1992 – 2002 fuimos la nación de América Latina con mayor crecimiento económico.  Somos también, junto a Costa Rica, las dos naciones del hemisferio de mayor continuidad democrática en las últimas cuatro décadas habiendo celebrado once elecciones presidenciales sin haber tenido interrupciones de carácter institucional en nuestro régimen democrático.  Estos sólo son dos ejemplos entre otros más que podemos los dominicanos exhibir con orgullo y que son aspectos que debieron haber sido analizados en el trabajo de Foreign Policy.

Debo sin embargo confesar que cuando vi la información periodística quedé anonadado con esta noticia, pero luego de analizar el trabajo completo de Foreign Policy», me he sentido más tranquilo pues creo posible que ellos en su análisis han cometido excesos en los puntajes que nos han dado en seis de los doce criterios de  evaluación que fueron aplicados.  No obstante, el trabajo de Foreign Policy, quien es una prestigiosa publicación sobre política exterior en este lado del mundo, nos merece el mayor respeto.  Para realizar este trabajo ellos han analizado datos provenientes de miles de fuentes y han usado la metodología «CAST», la cual ha sido desarrollada y probada durante diez años.  Dando un puntaje a cada uno de los indicadores llegan a un resultado final que determina la posición de cada país dentro de la escala de los sesenta países incluidos en este análisis.

– ¿Qué repercusiones pudiera tener para el país el que se le califique como un Estado fallido?

La rigurosidad de ese trabajo nos obliga a tener que tratar este tema con cautela y en forma  científica, sin caer en criterios personales  ni emotivos.  Reconozco que como humanos,  a veces, cuando nos dicen cosas que uno no quiere escuchar es como si temamos a la verdad.  Es esto algo que me preocupa, pues en estos días al conversar con varias personas que podrían ser catalogadas dentro de la élite dominicana, ninguno de ellos conocían del trabajo de Foreign Policy ni de la clasificación que nos habían dado y mucho menos de lo que significa un «Estado fallido».  Esto me hizo recordar que uno de los indicadores de la evaluación era el referente a élites fragmentadas en el cual Foreign Policy nos dio una pésima puntuación.  Me pareció al hablar con ellos que sólo estaban  embuidos en sus negocios y no en el destino del país. 

Si dejo a las élites y desciendo a un grupo de gentes pobres pero dignas del sector donde vivo, también encuentro hechos preocupantes.  Hace unos días uno de sus líderes barriales me visitó y con un semblante compungido  me relató cómo jóvenes del barrio están involucrados en la droga y en asaltos que han ocurrido en el sector.  Pero tan preocupante como eso es que cuando son atrapados en esos hechos delictivos y llevados al cuartel más cercano, estos son liberados al pagar seis mil pesos.  Pienso que entonces es verdad que nuestra sociedad está enferma desde arriba hacia abajo. Fue ahí donde me asaltaron las dudas y la preocupación de si quizás ellos (Foreign Policy) son los que tienen la razón, y yo esté actuando emotivamente y sea el que esté equivocado.

No obstante, sigo siendo optimista, pero creo que el país como un todo, su liderazgo y los sectores políticos, empresariales y la sociedad civil, deben ver esto con la seriedad que amerita y analizando con profundidad la situación para en una primera instancia contrarrestar esta categorización que nos han dado.  Pero hacerlo para realmente actuar haciendo la profunda cirugía que necesita el cuerpo de nuestra nación y extirpando los órganos enfermos que nos afectan.  Quizás así podríamos todavía alcanzar a tener un país tranquilo, sano, igualitario y progresista que es el que siempre hemos soñado.

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