Un simple ejercicio de futurología permite pensar, sin ser exagerado, que no se puedan realizar las elecciones nacionales en tiempo que permita realizarlas dentro de los plazos constitucionales.
Es impredecible cuándo todos podremos ir a ejercer el sufragio. No tenemos un sistema de correos que permita votar a distancia y cualquier propuesta de voto mediante la voz queda descartada de antemano, por razones obvias.
Prometeo, el que prevé, le dijo a su hermano Epimeteo, el que no prevé, que no aceptara ningún regalo de bodas proveniente de Zeus, el mayor de los dioses.
El regalo llegó, Epimeteo, contrariando la instrucción de su hermano, abrió la caja que lo contenía y salieron todos los males, al cerrarla Prometeo, quedó en el fondo la esperanza.
Sin ser arúspice (adivino a partir de las vísceras de las aves) intento prever una situación que se pudiera presentar en el futuro inmediato, dadas las condiciones en las que se desenvuelve, actualmente, la vida de todos: la no celebración de las elecciones en el tiempo preestablecido.
A la actual administración sólo le corresponde manejar los poderes Ejecutivo y Legislativo, hasta el 15 de agosto venidero.
La Constitución establece el término del período constitucional y las fórmulas para el traspaso del mando de manera clara y precisa, pero para ello, se requiere de unas elecciones que escojan Presidente y Vicepresidente de la República, Senadores y Diputados.
Pero la Constitución no establece una fórmula que permita un gobierno de transición, hasta la celebración de elecciones, lo cual produciría, en la situación actual, un peligroso y tentador vacío de autoridad.
Dentro de las locas fórmulas aireadas se habla hasta de prolongación del gobierno, algo como la situación provocada por Horacio Vásquez y sus corifeos, que nos trajo, como una consecuencia inmediata y maldita, el largo y oscuro régimen de los 31 años de Rafael Leónidas Trujillo Molina. Así de difícil, complicada y oscura es la situación política actual.
Los legisladores que salen en agosto no pueden, constitucionalmente, prolongar el período más allá el mandato que la propia Constitución les señala.
Simplemente, me adelanto a señalar la necesidad de que se busquen soluciones constitucionales, legales y humanos, a una situación que se puede escapar de las manos como la arena del poema de José Ángel Buesa.
Ello así, porque como llevo dicho, la Constitución nunca previó, a lo largo de su historia, que un ciclón o un terremoto o una pandemia pudiera ocurrir en el tiempo en que el pueblo elige nuevas autoridades para cambiar el gobierno.
El vacío constitucional es tan grave que en la misma no hay ninguna fórmula que se pueda extrapolar o hay ninguna fórmula que permita ser aplicada por analogía, dado que la Constitución no se interpreta.
¿Qué hacer, si se presenta la situación?