¿Es posible establecer un régimen de control de la inflación?

¿Es posible establecer un régimen de control de la inflación?

POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
Bajo determinadas coyunturas económicas las economías latinoamericanas analizan muchas veces la posibilidad de implementar un régimen de control de la inflación. Para ello, establecen lineamientos generales de políticas y analizan las ventajas y requisitos que deben cumplirse de utilizar métodos prácticos de regulación a partir del conocimiento de experiencias similares. Pero cuando existe una confrontación entre el desarrollo y la situación coyuntural de un país, es necesario además desarrollar serias reestructuraciones y modelos de predicción de la inflación que se ajusten a las actuales condiciones económicas domésticas por las que se atraviese.

En la actualidad, para regular precios, los Bancos Centrales implementan regímenes de política monetaria cuya principal característica es el uso de anclas de tipo nominal. Siguiendo los lineamientos dados por Frederic Mishkin (1999), existen cuatro tipos básicos de controles o anclas: (1) sobre el tipo de cambio nominal; (2) los medios de pagos; (3) la inflación; o (4) una política que establezca un ancla nominal implícita. Estos anclajes reducen las expectativas inflacionarias y disminuyen las políticas discrecionales que conllevan problemas de inconsistencia temporal.

En la última década se ha observado en las economías del mundo una tendencia hacia la adopción de un régimen de control de la inflación: países como Nueva Zelanda, Inglaterra, Suecia, Canadá, Finlandia, Australia, España, México e Israel, lo llevan a cabo, y en América Latina los principales representantes son Chile, Brasil y México. En la República Dominicana, el control del tipo de cambio es ya asunto del pasado. En su vigencia, los gobiernos esperaban que el sistema de cambio dual convergiera a un valor «razonable», para de esta forma eliminar la tasa oficial y contar con un único tipo de cambio flotante. Actualmente, el Código Monetario y Financiero exige la instauración de una tasa de cambio libre en el mercado.

¿QUÉ SON LAS METAS DE INFLACIÓN?

La mejor manera probada de «controlar» hoy el nivel de precios en una economía es a través de la fijación de metas. Las metas de inflación (inflation targeting) no consisten en una simple regla, sino en un marco analítico para aplicar política monetaria. Aquí, el objetivo principal de la autoridad monetaria es alcanzar y mantener una tasa de inflación reducida y estable. El ancla nominal utilizada es el anuncio público de una meta inflacionaria y el compromiso de cumplirla, lo cual da credibilidad y transparencia al comportamiento del sistema económico.

Siguiendo a Mishkin, el sistema de metas de inflación, en contraposición con el control del tipo de cambio, permite ejercer una política monetaria independiente para resolver cuestiones domésticas a la vez que permite a las autoridades monetarias utilizar toda la información disponible al momento de determinar cursos de acción. Otra ventaja de las metas de inflación es que su metodología permite establecer un sistema transparente y entendido fácilmente por el público debido a su comunicación regular, reduciendo de esta forma la incertidumbre. Igualmente, brinda mayor responsabilidad al Banco Central, reduciendo presiones para llevar a cabo políticas inflacionarias, facilitando la focalización del debate político hacia objetivos de largo plazo y disminuyendo el problema de inconsistencia temporal que ocasiona la búsqueda de objetivos de corto plazo en detrimento de los de largo plazo. Un error típico que puede presentarse es llegar a considerar la meta de inflación como una «regla rígida», pues la misma debe contener discreción y ser administrada responsablemente. Como indica Calvo (1997), este sistema da flexibilidad a la política monetaria, lo cual puede resultar de gran utilidad para lograr la estabilidad.

Un modelo simple para entender el funcionamiento de una meta de control de la inflación es el señalado por Walsh (2001), donde se emplea una «Curva de Phillips» (la relación de inflación y desempleo) aumentada por expectativas y una descripción de política monetaria, reflejando las preferencias del Banco Central. Siguiendo a Masson, Savastano y Sharma (1998), los requisitos previos para que un país implemente una meta inflacionaria y logre su objetivo son: (1) un grado considerable de independencia del Banco Central, otorgándole libertad de orientar los instrumentos hacia objetivos nominales, sin contar con síntomas de «predominio fiscal» (es decir, los préstamos del Banco Central y del sistema bancario al sector público deben ser escasos o nulos); (2) abstención de fijar un nivel o camino para otras variables nominales como los salarios o el tipo de cambio, para no subordinar la política monetaria hacia dichos objetivos; (3) establecer un marco de política monetaria, con cuatro elementos: a) metas de inflación explícitas; b) anuncio público de una estrategia de mediano plazo que busque la estabilidad de precios; c) una meta intermedia para la inflación futura; d) información regular sobre estrategias y decisiones; (4) compromiso institucional hacia la estabilidad de precios en la forma de reglas de operación para la autoridad monetaria; y (5) existencia de un modelo de análisis con variables claras y pertinentes.

América Latina presenta una dicotomía entre dos regímenes de política monetaria extremos: fijación del tipo de cambio (principalmente a través de «cajas de conversión o dolarización») y sistemas de metas inflacionarias. Sin embargo, según Corbo y Schmidt-Hebbel (2001), existe una tendencia a abandonar el régimen monetario de control del tipo de cambio para considerar el control de la inflación. Hasta el momento, esta técnica ha demostrado ser exitosa para los países que la implementan. Brasil, Chile y México han presenciado niveles de crecimiento económico sostenibles y han fortalecido la entrada de capitales. Utilizaron «inflation targeting» para aumentar la credibilidad, disminuir expectativas inflacionarias y lograr un camino de convergencia hacia una baja inflación. La mayoría de ellos lograron alcanzar bajas tasas de inflación a través de políticas gradualistas con las cuales acrecentaron la confianza en el régimen.

POSIBILIDADES DE IMPLEMENTACIÓN

Desde principios de los años noventa, la República Dominicana ha practicado una política monetaria de flotación sucia, donde el Banco Central, a través de intervenciones en el mercado, ha intentado modificar el valor del tipo de cambio. Al ser un componente muy importante en la determinación del índice de precios y de las expectativas de la población, el manejo del tipo de cambio se ha vuelto necesariamente estratégico para lograr el control de la inflación. No obstante, experiencias de países como Chile, demuestran que la implementación de un objetivo dual de inflación y tipo de cambio crea la posibilidad de generar conductas especulativas que han hecho fracasar el régimen elegido. Así, se evidencia que el compromiso de actuar en el mercado cambiario de un país hace que la política monetaria se muestre susceptible a ataques especulativos.

Es por ello que normalmente se toma en cuenta que el establecimiento de una meta para el tipo de cambio puede bloquear el mecanismo mediante el cual la política monetaria afecta la inflación con mayor rapidez. Se evidencia que la efectividad de una política monetaria se reduce al fijarse bandas para el tipo de cambio, pues, al aproximarse éste al límite superior de la banda, las expectativas inflacionarias no se relacionan con la tasa de interés ni con los cambios en la brecha del producto pues se pierde la credibilidad de que se va a mantener la búsqueda de controlar la inflación. Y fracasa el régimen monetario. El Banco Central, al defender el tipo de cambio, vende divisas extranjeras y adquiere moneda local, contrayendo la oferta monetaria, elevando las tasas de interés y abriendo la posibilidad de que se genere una inflación de costos que no puede combatirse a menos que se esté dispuesto a abandonar la meta de control del tipo de cambio.

En la práctica un aspecto vital relacionado con el Banco Central es la obtención de credibilidad del mismo como combatidor de la inflación. Con respecto a los síntomas de «predominio fiscal», el gobierno nacional presenta déficits, gran parte de los cuales se encuentran en manos de diversas entidades financieras y bancarias. El crédito privado para el financiamiento de la deuda pública se encuentra muy limitado por el alto grado de desconfianza de la capacidad de pago, la tasa de riesgo país y la falta de apoyo de los organismos internacionales de crédito, lo que determina la inexistencia de mercados financieros suficientemente activos para financiar al gobierno.

La presencia de inflación dificulta predicciones futuras precisas. Por eso se reconoce que el establecimiento de metas en estas condiciones daña aún más la credibilidad de un Banco Central. Por ello, la implementación del régimen pudiera lograrse a través de políticas graduales. La inflación actual no es necesariamente un impedimento para llevarlo a cabo. Debe establecerse una estrategia y un modelo de predicción de la inflación con variables precisas y relevantes. Y, al momento de su diseño, es importante considerar la influencia que generan las variaciones del tipo de cambio en la inflación (a través de las expectativas, precios de bienes transables y costos). Porque el objetivo de inflación debe considerarse primordial para que la política tenga éxito. El programa a implementar deberá orientarse hacia el largo plazo, por lo cual deben minimizarse presiones políticas donde priman objetivos inmediatos, evitando así la inconsistencia temporal. Así, la primera medida necesaria para poder adherirse a un escenario de credibilidad es disminuir el déficit fiscal, mediante lo cual se genera mayor confianza, demuestra el compromiso hacia el control de la inflación, a la vez que brinda posibilidades de realizar política monetaria no acomodaticia.

Se ha comprobado que la independencia de un Banco Central puede ganarse gradualmente, instituyendo en primera instancia objetivos inflacionarios poco exigentes, para luego, una vez obtenida cierta confianza, comenzar a establecer metas fijas para la evolución de los precios. De este modo, es fundamental establecer un compromiso claro y firme hacia la estabilidad de precios, con la menor intervención de otras variables de tipo nominal. Este es el mayor inconveniente en una economía en aprietos, en momentos en que la población recurre al dólar para proteger el valor real de sus ingresos y se obliga a la política monetaria a considerar el exceso de demanda en el mercado cambiario como una de las principales presiones inflacionarias de la economía. Cuando la política establecida resulta creíble, generando confianza y revirtiendo la fuga de capitales, una economía puede alcanzar con mayor libertad un objetivo claro y sostenible de la inflación.
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El autor es economista y profesor universitario.
E-Mail: adolfomarti@codetel.net.do

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