La cuarentena establecida hace más de un mes por el Poder Ejecutivo para frenar la propagación del COVID 19 en todo el país tiene graves consecuencias en la vida nacional, económica, política, social, cultural y educativa.
En el ámbito educativo encontramos el impacto negativo en la finalización del año escolar siendo más aguda la situación para el sector público donde se encuentra la mayoría del estudiantado y con mayores condiciones de vulnerabilidad.
Muchos colegios privados están desarrollando el sistema de clases virtuales con sus estudiantes para garantizar el término del año escolar, este sistema no es posible en las escuelas públicas por las condiciones socioeconómicas de las familias, el contexto social y geográfico en que se encuentran ubicadas y las barreras de acceso a internet existentes en muchos grupos poblacionales.
La propagación del COVID 19 no ha sido igual en todas las provincias del país ni en las comunidades. Existen provincias con muy pocos casos y en su interior comunidades libres de COVID 19, sobre todo rurales. El tratamiento del proceso de reintegración escolar debe basarse en esta realidad con estrategias de reintegración paulatinas con medidas de distanciamiento social y uso de mascarillas que respondan al contexto social y geográfico de los centros educativos.
Este proceso de reincorporación supone un levantamiento previo a través de las regionales y distritos educativos para conocer la realidad de los centros educativos ubicados en las provincias y comunidades menos afectadas por el COVID 19 y las capacidades de rearticulación de la comunidad educativa.
La reintegración debe estar acompañada de estrategias metodológicas que favorezcan la creatividad, horizontalidad entre docentes-estudiantes, fortalecimiento de aprendizajes cooperativos y la integración de las artes (música, plástica, danza) en los contenidos curriculares. Se debe tomar en cuenta el contexto de crisis y pauperización económica, social y afectiva que están sufriendo las familias, niños, niñas, mujeres, adolescentes y comunidades y los patrones de violencia de género y maltrato infantil que se han agudizado con el confinamiento. Esta realidad de crisis genera barreras para el proceso de aprendizaje y la mejor forma de transformar esas barreras es convirtiendo el aula, la escuela en un espacio lúdico, de alegría, que promueva la armonía y solidaridad.
La prioridad no es solo cumplir con lo establecido en el año escolar y tener un buen rendimiento educativo sino lograr cambios en la vida afectiva-emocional y de interacción familiar en la población sujeto de la escuela, su estudiantado. La escuela debe convertirse en un espacio lúdico, recreativo y creativo donde el aprendizaje horizontal desde el respeto a los derechos, la solidaridad y la cooperación sean sus ejes fundamentales, para lograr mayor cohesión social.