Es sensato admitir

Es sensato admitir

DARÍO MELÉNDEZ
Algunos responsables de los enormes compromisos financieros contraídos, sistemáticamente acumulados por naciones republicanas y fiscalistas, parecen convencerse que las pérdidas resultantes son consecuencia de la inoperante macroeconomía, la cual acusa su propio déficit o descalabro financiero, supuestamente positivo o negativo, dinámico o paralizante, dependiendo de quien juzgue o considere la situación existente, sin que el status social de los pueblos involucrados cambia. Muchos estados pregonan razonable crecimiento económico, sin que se vean resultados apreciables en el poder adquisitivo de sus poblaciones, las cuales sufren, día a día, el látigo del fiscalismo.

Aquí se declara, con suficiente autoridad, que las riquezas acumuladas por personas o entidades comerciales, en todo el territorio, son el resultado de la evasión fiscal, lo que indica que, en el país, nadie puede hacer fortuna lícitamente: el dominicano, para prosperar, tiene que violar la ley o resignarse a ser pobre.

No es privativo del subdesarrollo el fracaso de las teorías económicas prevalecientes; Estados Unidos, la potencia comercial imperante hoy día, tiene que mantener su macroeconomía produciendo sin cesar armamentos bélicos, los cuales obliga a sus aliados que le compren, para que enfrenten supuestos enemigos del sistema. El déficit financiero acumulado por la gran potencia del Norte, proviene desde la renuncia de Calvin Coolidge a la reelección presidencia: Coolidge, quien dirigió un régimen próspero, se oponían a la macroeconomía y la imposición de ese sistema trajo por consecuencia la Gran Depresión de 1929.

Después de la segunda guerra mundial, los daños económicos acumulados indujeron a Estados Unidos imponer el acuerdo de Bretton Woods, mediante el cual, los gobiernos aliados pueden emitir papel moneda sin respaldo en oro o plata, como estaba establecido; hoy se estila, que los gobiernos republicanos y algunos no republicanos también, pueden imprimir papeletas cada vez que necesitan disponer de los ahorros y activos financieros de sus conciudadanos, para cubrir necesidades oficiales, lo que no permite al ciudadano común medrar, a menos que se disponga evadir los múltiples impuestos existentes.

Es posible que, si fracasa la conquista del Oriente Medio, como se perfila que va a ocurrir, la orientación comercial y financiera cambia, al perder Estados Unidos la hegemonía económica mundial.

Está demostrado que la macroeconomía, inicialmente establecida en el antiguo Egipto, revivida por T. Malthus, C. Marx, J.M. Keynes y la pléyade de teóricos que fungen de taumaturgos financieros, vaya cayendo al zafacón y con ella los gobiernos platónicos o republicanos queden desacreditados. El reciente caso de Argentina y su macroeconomía, puesta por demagogos e idealistas, muestra al mundo como anda comercialmente encaminado. Estados Unidos, con todos los recursos que posee su macroeconomía, ha acumulado una deuda pública considerable, tiene que dedicar gran parte de su industria a la producción bélica, porque sin la industria de guerra podría sufrir un colapso financiero de magnitud considerable; viéndose obligada a pedir prestados, como lo hace, recursos financiero a pequeños enclaves como Formosa para apuntalar su macroeconomía, pagando altos intereses por esos préstamos, demuestra que su sistema macroeconómico es inoperante. Las finanzas de los gobiernos republicanos y de muchos otros regímenes, están regidas por el dólar norteamericano, que no sólo es medio de intercambio, es sistema macroeconómico que se impone al mundo, sus préstamos son programados y dirigidos a controlar la conducta financiera mundial, conforme corresponda a los intereses macroeconómicos, arrastrando en su déficit la supuesta solvencia de gobiernos fiscalistas, solvencia que no es otra cosa que sistemático despojo de los recursos populares para mantener operando el sistema.

Es evidente que un régimen deficitario no puede sostenerse, los países que basan su economía en el crecimiento de sus gobiernos, en la macroeconomía, no podrán sostenerse por mucho tiempo, como no pudo mantener Argentina ese sistema, más temprano que tarde el régimen habrá de colapsar por inoperante, como colapsó el sistema soviético.

Poco a poco, el país debe ir reduciendo su macroeconomía y permitiendo que se vaya desarrollando el acervo personal, el patrimonio privado es la verdadera riqueza de un país, y para su desarrollo precisa de un ambiente adecuado, menos fiscalista, más liberal.

La supuesta distribución de riquezas a cargo de los gobiernos, es un fiasco. El cisma protestante que sufrió la religión católica en 1500, no fue otra cosa que la inoperancia en la distribución de riquezas, distribución que la iglesia patrocinaba y aún patrocina, su efecto filantrópico se diluía y se diluye en costos burocráticos, como se estila hoy día.

Donde se establece libertad y respeto mutuo, la riqueza se distribuye sola.

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