Es triste estar triste (1/2)

Es triste estar triste (1/2)

Julio Ravelo Astacio

Por Julio Ravelo Astacio

¡Qué estimulante resulta cuando usted se levanta o sale a la calle y se encuentra con una persona, familiar, amigo, que le saluda con entusiasmo, o le toca el hombro en franca camaradería y con buena cara le da los buenos días en un afectuoso abrazo!

Ese solo gesto puede bastar para que usted entienda que se le arregló el día, que va a hacer exitoso.

Nunca olvidemos, amigo lector, que los estados anímicos se transmiten con la misma facilidad en que lo hacen enfermedades infecto contagiosas. Comparta con frecuencia con personas de buena onda y notará como su ánimo se eleva. Hágalo con personas de agrio carácter, que en la vida todo les resulta difícil y notará como en pocos días estará usted gruñendo.

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Los estados de ánimos son las emociones que sentimos. En cambio, el estado mental: son los pensamientos o ideas que acompañan ese estado anímico. Ellos van de la mano porque nuestros pensamientos pueden influir en nuestro estado de ánimo.

¿Cuántos y cuáles son los estados de ánimo? No existe un acuerdo unánime sobre el particular, pero se da una elevada coincidencia en los siguientes:

– Emociones positivas: alegría, buen humor, amor, felicidad.
– Emociones negativas: miedo, ira, ansiedad, tristeza, rechazo, vergüenza, asco.
– Emociones ambiguas: sorpresa, esperanza y compasión.

Los estados anímicos juegan un papel importante en nuestra salud. Cuando se está alegre, la favorecemos y potenciamos. Nuestro ánimo mejora y eleva las funciones del sistema inmunitario, disminuyendo los niveles de ansiedad y estrés, el ritmo cardíaco se estabiliza y nos sentimos repletos de energía.

Otra cosa ocurre cuando nos sentimos tristes: aumenta la tensión arterial y el pulso, el sistema inmunológico se altera, el riesgo de sufrir algunas enfermedades aumenta, se torna usted más sensible, menos tolerante como puede ocurrir ante la pérdida de un ser querido, despido del trabajo, conflictos familiares, dificultades económicas, enfermedad depresiva. Destacar que el estado de ánimo es parte muy importante de nuestra salud mental y física. Hagamos una precisión: las emociones ocurren con rapidez, se presentan de golpe, son intensas, se refieren a eventos concretos. En cambio, el estado de ánimo es más recurrente, constante, no siempre responde a un evento particular que lo desencadene.

El estado de ánimo puede oscilar entre los extremos opuestos: desde la alegría, exaltación y el entusiasmo, con una importante dosis de placer. En el polo contrario: tristeza, insatisfacción e inhibición, con una carga negativa de sufrimiento. Entre estas dos variantes aparecen una diversidad de estados intermedios.

Estas variaciones pueden producirse en dos formas: por estímulos ambientales externos a la persona, en la que provocan una reacción en sus sentimientos que van a depender del tipo de descarga emotiva producida. Si el estímulo resulta placentero producirá sensaciones positivas proyectando alegría y júbilo. Por el contrario, si el impulso es desagradable, provocará sensaciones negativas, llevando al individuo hacia la tristeza, angustia y depresión. En ocasiones, el ánimo varía con independencia del entorno. Como si surgiera del interior de la persona. Aquí tendríamos que hablar de un sentimiento vital, porque impregna la vida del individuo formando parte de sí mismo.

Cuerpo y alma sintonizan con el estado de ánimo presentando una apariencia tanto objetiva como subjetiva. Emoción, cuerpo y alma tienen mecanismos para expresarse y lo hacen sin pedirnos permiso. Sencillamente se manifiestan. De allí resulta que si

Usted se siente entusiasmado, a gusto, feliz, o, por el contrario, triste, molesto, apagado, deprimido… le resultará muy difícil ocultarlo. Su cuerpo, sus movimientos, el tono de voz, sus gestos, su mirada hablarán por usted y, por lo general ellos no mienten. Por más que usted crea que tiene absoluto control, ellos hablarán por usted. lo delatarán. No olvide amigo lector que ellos son compinches y en consecuencia tratan de ocultar algunas cosas y resaltar otras, dejándonos expuestos a la intemperie.

La próxima semana prometo abordar las razones por las que nos podemos poner tristes. Nadie quiere estar triste, pero somos una caja de resonancia de nuestras emociones y los cambios que factores internos o externos pueden producir en nuestras percepciones provocando que las variaciones ocurran incluso a contrapelo de nuestros deseos y aspiraciones.