Esa mujer

<p>Esa mujer</p>

MARTHA PÉREZ
La mujer, que bíblicamente hablando nació con la creación desde que el seno del mundo dio abrigo a las especies vivientes, ha sabido ir definiendo con su accionar el tergiversado significado de que provino de una costilla del hombre, y por lo que tradicionalmente se le ha considerado el sexo débil.

Una consideración más bien metafórica que en el tiempo la sociedad misma hizo enraizar al negarle a la mujer las oportunidades de inserción y participación en el quehacer social, político, económico, y cultural. Pero que ocultaba un momento universal, sólo inherente a ellas, por lo que, mientras algunos le llamaban sistemáticamente “sexo débil” otros la consideraban “preservadoras de especie” (obviamente, de la especie humana). Ese momento universal es al parir, que va más allá de un hermoso acto y don de la naturaleza, pues parir es traer vidas. Indudablemente que la comprensión y valoración de este fenómeno, por un lado, incidió significativamente en la compresión y valoración de la mujer. Y por el otro, los esfuerzos encaminados por la propia mujer para hacerse reconocer y valorar como lo que es: Un ser humano capaz de alcanzar las mismas condiciones de desarrollo vital que el hombre, con la única diferencia que les otorga el sexo.

Hoy, pese a que todavía prevalecen en el mundo patrones sociales excluyentes y discriminatorios contra la mujer, a veces influidos por un orden social, político o religioso, se ha avanzado significativamente. Pero, cuidado, en ese avanzar se cuelan conductas retrospectivas y a veces degradantes, ocultas en la conceptualización que se ha pretendido hacer del denominado fenómeno de la “liberación femenina”, a veces traducido en una abierta competencia con el hombre, en una liberalización de los patrones éticos-morales, en una libertad con color de libertinaje, que en ocasiones ha llevado a algunas mujeres no sólo a cambiar radicalmente las formas y modos de ser y actuar en sí mismas, sino a volcarlos inconscientemente contra el sexo opuesto, incluso contra sus propias parejas, con sus familias y hasta con sus iguales. Una mirada retrospectiva y en especial en perspectiva es necesario. El avance es incuestionable y los vestigios que aún queden deberán ser superables, para poder seguir hablando, con orgullo, de que alcanzamos un verdadero avance. Esa mujer que todavía se deja creer sexo débil, necesita de la solidaridad, del acompañamiento de familiares, amigos/as, de su entorno, de sus patronos laborales, y sobre todo, de oportunidades respeto a su particularidad. Esa mujer de familia, que su extrema condición de pobreza y escaso nivel educativo la lleva a parir descontroladamente procreando una larga prole que no puede sustentar, necesita seguir siendo apoyada; esa mujer menor de edad abortada y/o parida o preñada, madre soltera, necesita de la formación en el seno familiar. Esa mujer que es víctima de algún tipo de violencia, necesita ser escuchada y atendida cuando denuncia o ayudada a denunciar, y sobre todo, aprender a valorarse. Esa mujer con potencialidades incógnitas, que inconscientemente manifiesta en espacios inadecuados, a veces prohibidos, necesita espacios institucionales y sociales. Esa mujer, que en procura de un cambio “radical” de vida o tras prebendas coyunturales pierde su dignidad, su moral y su autoestima, necesita reencontrarse; esa mujer, que ante la supuesta soledad, incapacidad, complejo o autoexclusión además autodestruye sus espacios y oportunidades, talvez necesite conocer el significado de ser, ser humano primero y luego mujer. Y aquella mujer que conscientemente se desnuda por una paga no merece ni ser la antítesis de la que inconscientemente anda desnuda porque estámentalmente enferma. ¡Cuántas brechas aún, por sólo considerarse mujer! ¿Qué tanto cuesta además considerarse un ser humano? En nuestro país tenemos buenos ejemplos de las batallas que han ganado las mujeres en procura de sus espacios. Las instituciones del Estado con competencia en la temática y otras entidades vinculadas han sabido orientar eficientemente las políticas de género y equidad con sentido transversal. Pero hay brechas, constituidas en debilidades urgentes, que deben ser fortalecidas, en el entendido de que su fortalecimiento no es tarea exclusiva de dichas instituciones, sino de una sociedad permisiva de estos prototipos de conductas, frente a los que la familia, el barrio, la escuela, la iglesia, las expresiones comunitarias organizadas, los partidos políticos están llamados a jugar su papel en la formación de sus miembros, en aporte a una sociedad cada vez más equilibrada. Esa mujer…, la que hemos logrado, en tiempo y espacio, debe seguir siendo orgullo de dominicanos y dominicanas y del mundo. ¡Qué bueno reflexionar, pensarlo y decidir asumirlo, a propósito de este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer!

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