Esas alianzas

Esas alianzas

LUIS SCHEKER ORTIZ
La política seguida por los tres grandes partidos mayoritarios, y sus adjuntos, de estructurar «alianzas» basadas en el intercambio, negociación o permuta de candidaturas, es nociva para el fortalecimiento del partidismo y para la democracia representativa, aunque no ésa sea su única causa.

Con ella se le enajena al electorado, incluyendo a los propios militantes partidistas, del derecho y la oportunidad de votar y elegir al candidato de su preferencia, suplido por otro en un canje o negocio dado en un entramado donde el elector no forma parte.

Esta práctica debilita las bases de los partidos y sus líderes naturales sacrificados en aras de una conveniencia coyuntural de dudosos resultados.

Luego de esa experiencia, donde muchos dirigentes y activistas políticos ven frustradas sus legítimas aspiraciones, cunde el desaliento y el desencanto acompañado de pérdidas económicas, costo de una campaña exageradamente larga y onerosa, cuyo financiamiento es preciso investigar y transparentar.

Todo este despilfarro de dinero, recursos y esfuerzos que representan las alianzas resultan frustratorios sobre todo para las elecciones de medio término. Para las alianzas por las conquistas del Poder Ejecutivo y todo lo que ese poder representa al amparo del artículo 55 de la Constitución y el clientelismo político, tiene alguna justificación. La segunda vuelta hace que el partido menos votado tenga a mano la solución del evento comicial más trascendente. El Presidente electo suele ser consecuente con sus aliados y gratificar en alto grado el apoyo recibido, con relevantes cargos y canonjías. Pero así también el país avanza en términos institucionales.

La introducción de primarias internas, que debería democratizar a los partidos, ha creado un nuevo ingrediente, donde para ser simplemente nominado hay que estar dispuesto a gastar buena cantidad de dinero. A eso sumase lo que se debe gastar en publicidad y promoción para alcanzar una senaduría, una diputación, una sindicatura o el cargo de regidor de un ayuntamiento cualquiera, donde la disputa cobra vidas y hay que redoblar la inversión original, todo lo cual nos lleva a la conclusión de que como van pintando las cosas, el sistema de las nominaciones que han asumido los partidos políticos le hacen un flaco servicio al país y a la democracia. Las enormes deudas contraídas, nunca justificadas, independientemente de los subsidios recibidos por el canal oficial y por conductos privados se convierten en obligaciones y compromisos políticos contraídos por el ganador come contrapartida obligada que se olvida de sus sanas promesas electorales, Combate a la corrupción, cero delincuencia, guerra al narcotráfico, solución al problema energético, protección al consumidor, defensa de los recursos nacionales y de los derechos humanos para priorizar desde el cargo sus propios intereses; a) Recuperar y pagar la inversión realizada en la campaña; b) deducir del resultado o cargo obtenido pingües beneficios personales; c) pagar con creces favores económicos y políticos recibidos mediante el otorgamiento de contrataciones de obras y servicios, concesiones, consultorías bien remuneradas, nombramientos inorgánicos, designaciones consulares y otros por el estilo, que coloca al designado y sus adláteres, quiérase que no, en el vértice de la corrupción.

Como ser honesto en nuestra sociedad no paga en opinión de una mayoría creciente, cada vez más habrá menos gente honrada que quiera gastar su dinero, ganado duramente y sacrificarse por su pueblo, para disputarse un cargo electivo y servir mejor a los intereses de la nación; y, por otra parte, cada vez abundarán más los oportunistas y ventajeros, capaces e prometer villas y castillas, engañar a su propia madre para ganar posiciones y adeptos que le permitan disfrutar de una poltrona política como vía rápida de acceso al dinero y a la riqueza que da prestigio político y social, en una sociedad huérfana de otros valores.

Los que ya entrados en años y desde el otro lado del cuadrilátero estamos viendo como los gladiadores se despedazan sin prestigio en el arenal político y cómo el panorama social y ético del país se deteriora sensiblemente, no obstante los crecimientos macros de la economía que no han servido para solventar los altos niveles de pobreza e ignorancia, no dejamos de percibir y de sentir un pesimismo que no nos debe arrastrar a la desesperación ni a la desesperanza. Las cosas no andan bien. Andan mal. Hay que mejorarlas solo enfrentando el problema, y actuando solidariamente con responsabilidad y decisión se encontrarán soluciones permanentes.

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