Esas cosas aburridas
pero imprescindibles

Esas cosas aburridas <BR>pero imprescindibles

Cuando Andrés Oppenheimer le preguntó al Premio Nobel de Economía Paul Krugman qué le aconsejaría al presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, el economista afirmó que México estaba aplicando políticas económicas adecuadas, pero que lo que se necesitaba ahora era “trabajar en todas las cosas aburridas pero imprescindibles, como la educación, la infraestructura y el estado de derecho, que es un verdadero problema para México” (“La receta de Krugman”, www.elnuevoherald.com).

Precisamente el gran reto del Presidente Danilo Medina, apenas juramentado en el cargo en el día de ayer, es el de hacer frente a todas esas “cosas aburridas pero imprescindibles” a las que se refirió en su campaña y las que seguramente abordó en su discurso de toma de posesión y el cual no conocemos a la hora de redactar este artículo.

 Y no es que todas las políticas económicas adoptadas en estos últimos ocho años son las más correctas para la situación dominicana y la coyuntura mundial. Pero, aun los críticos más acérrimos del gobierno de Leonel Fernández no pueden dejar de reconocer que, superada la crisis financiera de 2003-2004, uno de los mayores activos económicos legados por el ex presidente lo constituye la estabilidad macro económica, estabilidad a partir de la cual es posible concentrarse en aspectos de las políticas públicas no tan visibles como la construcción de importantes obras públicas  pero que son cruciales para la reactivación económica.

 El presidente Medina, como candidato, se refirió a la necesidad de una reforma tributaria tendente a fortalecer los ingresos estatales sin los cuales es imposible satisfacer demandas ciudadanas de tanto consenso como el 4% para la educación. El empresariado ha señalado que tal reforma debe ser “integral” y no ser un simple “parche”. 

Lo que es de esperar es que tanto el gobierno como el empresariado comprendan que dicha reforma debe partir necesariamente de la idea de que: 1) hay que propiciar un sistema impositivo que fomente la producción, el ahorro, la creación de empleos y la generación de divisas; 2) se requiere disminuir la presión tributaria sobre los que pagan e ingresar nuevos contribuyentes al sistema; 3) no se debe descartar la idea de disminuir el número de transacciones exentas del ITBIS aún sea al costo de bajar la tasa del 16% digamos a un 10%; y 4) el desmonte de las exenciones debe ser gradual y sin perjuicio del tratamiento especial a las inversiones en la zona fronteriza de supremo y permanente interés nacional conforme el artículo 10 de la Constitución.

Lógicamente la mejor manera de aumentar los ingresos tributarios es adoptar políticas tendentes a incrementar la tasa de crecimiento económico conjuntamente con políticas sociales dirigidas a la creación de empleos, la formalización de la economía subterránea, el aumento del acceso al crédito y el apoyo a las micro empresas, es decir, al aumento del número de consumidores. Todo esto requiere no solo el “pacto fiscal” sino también un verdadero concierto social.

Surge ahí un aspecto fundamental del diseño e implementación de las políticas públicas o de la llamada “política de las políticas públicas” en este nuevo gobierno: la necesidad de un amplio consenso social y político de las mismas. En este sentido, el rol del Consejo Económico y Social presidido por Monseñor Agripino Núñez y que debe asegurar la participación de trabajadores, empleadores y organizaciones sociales, así como del principal partido de oposición, el Partido Revolucionario Dominicano dirigido por su presidente el Ing. Miguel Vargas Maldonado y con una significativa matrícula de diputados, alcaldes y regidores, es clave para el éxito de unas reformas que no pueden producirse en el vacío de una “dictadura constitucional” que solo existe en la mente de quienes la desean para montarse en ella o para legitimar su discurso de oposición radical e irresponsable.

Estos acuerdos hay que construirlos de modo transparente y, lo que no es menos importante, acometerlos oportuna y eficientemente, antes de que se agote el período de la normal luna de miel de que goza toda nueva administración. Y lo que no es menos importante ello requiere ganar la confianza de los actores políticos para lo cual se requiere emprender ya y concertadamente la reforma política y electoral.

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