Cada espacio tiene una historia distinta. Rehecho, reinventado o puesto ahí da igual: han surgido como de la nada, sin parecer formar parte de una visión global, cual si el capricho primara sobre lo demás.

Primero vimos un grupo de animales que han quedado en el olvido mientras las hiedra intenta cubrir una dignidad que les roba su crecimiento desigual. Tras su olvido llegó Güibia, remozada para alegría de muchos parroquianos y corazón de la Semana Santa capitalina a golpe de piscinazos y musicón.

Posteriormente llegó el amor desmedido hacia el Parque Iberoamérica, un espacio que ahora acoge cada una de las nuevas propuestas del alcalde Roberto Salcedo, quien comenzó dándole esplendor cada Navidad y ha terminado construyendo un anfiteatro municipal que será la delicia de los empresarios artísticos y la locura de quienes vivimos cerca del lugar.

No sé qué estaba pensando el alcalde cuando decidió que ese espacio es ideal para realizar actividades masivas. Con un parqueo escaso, el tránsito se convierte en un caos en cuanto empieza su Brillante Navidad y qué decir de los conciertos/actividades que se oyen en nuestras casas como si estuviésemos allí.

Dejando a un lado que jamás se han acercado a los vecinos para informarles de lo que piensan hacer, es un abuso que ahora decidan alquilar el espacio (con regularidad) para presentaciones privadas. ¿Por qué no crean primero las condiciones para hacerlo? ¿Qué estoy diciendo? ¿Planificación? Eso no se usa en RD. La muestra es que ahora hablamos de ciclorutas… ¡después de haberle quitado toda la sombra a la ciudad!