Escape sin destino

Escape sin destino

El mundo es redondo y, suponiendo que salgamos huyendo desesperadamente de algo, sin parar y hacia adelante todo el tiempo, atravesando mar y tierra, volveríamos al mismo lugar. Por eso, mientras mayor sea la desesperación o el afán de huir, más rápido nos encontraremos con nuestro punto de partida.

Los dominicanos tenemos una florida historia migratoria, bastante singular, aunque con motivaciones semejantes a la de muchos seres humanos en otras latitudes. La emigración es universal, por causa y efecto de las fronteras, aunque debería ser considerada como “visitas” a otras familias de la tierra en su condición de hábitat único de toda la especie humana.

Originalmente albergamos numerosas inmigraciones luego de la odisea de Cristóbal Colón, sin embargo, cuando adquirimos la identidad de dominicanos y las grandes potencias saquearon nuestras principales riquezas, convirtiéndonos en súbditos económicos, sociales y culturales, la miseria y falta de oportunidades para progresar, condicionaron la migración hacia Puerto Rico y Estados Unidos, pero ambos destinos se convirtieron en un cambio geográfico de vía crucis y la fiebre de salida se traspasó a España, donde según las noticias actuales, se está pasando más trabajo que un forro de catre, produciéndose un retorno masivo hacia nuestro país.

La pregunta ahora es: ¿Para dónde coger? pues la triste realidad es que no hay esperanzas cruzando la frontera porque al otro lado lo que nos queda es Haití y sería, para cualquier emigrante, como si ya hubiese dado la vuelta al mundo en busca de bienestar y progreso regresando a su punto de partida para compartir con el pueblo haitiano terremotos, cólera, dengue, inundaciones, pobreza extrema, corrupción y obligados y frustratorios deseos de migración.

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