Escaramuzas de mal presagio

Escaramuzas de mal presagio

Una vez más, el mes de enero ha confirmado su gravitación en los acontecimientos en la isla, que no bien iniciado el mes se produjo un incidente que afortunadamente la prensa nacional no quiso darle la importancia que tuvo, ya que los haitianos impusieron su ley al doblarle el brazo a las autoridades dominicanas para devolverle a sus pescadores ilegales, mientras ellos mantuvieron secuestrados a los empleados dominicanos del consulado, o “retención” de ellos en Anse a Pitre, en la frontera, en las cercanías de Pedernales.

Este tipo de enfrentamiento fronterizo es muy corriente, y no transcurre un mes sin uno de esos altercados, por discusión del comercio o contrabando de mercancías de seres humanos en la frontera, incluyendo las incursiones de los haitianos como cuatreros matando las reses criollas, o como pescadores pescando en las aguas territoriales, o los pescadores criollos incursionando en aguas haitianas, o las patanas cargadas de mercancías que van hacia el mercado de ese país, que son saqueadas o quemadas y aquí no se toma ninguna acción legal, tan solo por lo bajo llegar a arreglos con los afectados.

Ayer fue un día muy importante para la población de la isla, cuando dominicanos y haitianos se unieron para rogarle a la Madre del Salvador, Nuestra Señora de La Altagracia, y en su Basílica vimos a decenas de feligreses rogarles en sus privadas peticiones; es ya una costumbre anual de ver los autobuses haitianos cargados de peregrinos que llegan a Higüey desde el día antes para pedirle a la Madre de Jesús la solución a los padecimientos, y que ahora se llega desde Occidente por una excelente autopista y buenas carreteras que llegan hasta Jimaní o Dajabón.

A medida que crece, casi a niveles inauditos, la presencia de haitianos en todas las poblaciones dominicanas, más difícil se le hace a las autoridades dominicanas mantener un control de esa población ilegal que flota sobre el futuro nacional, aun cuando ahora se le acepta ya que resuelve los problemas de falta de mano de obra en muchas de las actividades nacionales.

El caso que ocurre en Santiago, así como en Verón, Bávaro, debería mover a preocupaciones cívicas y acciones inteligentes para frenar ese proceso de ocupación pacífica, que ya tiene otros sesgos más peligrosos para la institucionalidad. De momento será necesario en las escuelas la enseñanza obligatoria del creole, para poder atender a miles de haitianos que nos invaden para buscar la salud, estudiar o trabajar. Todavía son una minoría, pero su gravitación crece como se ve en el parque Central de Santiago, que hasta hace imposible celebrar los cultos en la Catedral por el desorden que han impuesto como ley esos extranjeros, ilegales en su mayoría, ensucian todo el entorno del parque y de la catedral que se ha convertido en un estercolero, recipiente de todas sus inmundicias.

Ya la agresividad haitiana ha roto el cascarón de la prudencia y del temor. Ellos han perdido el miedo que se le sembró durante el gobierno de Trujillo, y ahora, al ver de cómo las autoridades dominicanas se pliegan a sus exigencias, cuya explosión no solo fue lo de Santiago o lo de Pedernales, sino podríamos estar en el preámbulo de ver que cuando la Armada capture una yola cargada de viajeros ilegales haitianos, no los podrán devolver sino que exijan ser escoltados hasta las aguas territoriales de Puerto Rico, ya que los haitianos tienen un estatus privilegiado para ser recibidos en territorio norteamericano como refugiados.

Durante muchos años, y hasta 1930, el dominicano le tenía un miedo ancestral a los haitianos por eso de sus brujerías y temores a la magia negra, y pese a que durante las guerras de la Separación los dominicanos dieron muestras de gran valor, no se pudo erradicar ese miedo atávico que se manifestaba en las tradiciones transmitidas a los hijos, pero a partir de 1930 ese miedo se perdió, por las acciones que tomó la dictadura para hacer valer y respetar la soberanía nacional, que si bien algunas fueron muy radicales, en otros casos, como el plan de dominicanización de la frontera, que tuvo un gran valor e impacto; en la actualidad la zona se ha convertido en un terreno muy codiciado por las autoridades de ambos países, por los variados negocios que se realizan en ese trasiego continuo de ambos pueblos.

 

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