Escarceo innecesario

Escarceo innecesario

Advierto en los pronunciamientos contra otra reforma constitucional una expresión del estado de ánimo de amplios sectores de opinión pública. No creo, por consiguiente, que las declaraciones alusivas al tópico resulten de la creencia que un movimiento de tal naturaleza prospere en estos momentos. Por supuesto, también yo, al igual que cuantos han proclamado el rechazo a otra reforma de la ley fundamental, sé que en ocasiones se suelta el loco.

No obstante admitir esa debilidad, parto de la premisa de que el presidente Leonel Fernández tiene preparadas camisas de fuerza para sus conmilitones en caso de que cruzasen la raya.

Como sostuvo el propio presidente Fernández en el último viaje a la hermana república de Colombia, la reelección, por sí misma, no es negativa. Sin duda basado en el elevado índice de popularidad del mandatario colombiano que cumplía mandato, Álvaro Uribe, pronunció el aserto. Rechazables son las triquiñuelas, las presiones sobre instituciones y personas, las truchimanerías. Forzar una nueva reforma a una versión de la Ley Fundamental que, reitero lo proclamado en escritos anteriores, está viciada de nulidad, es objetable.

Y el presidente Fernández está consciente de ello. Por supuesto, un mandatario en ejercicio no debe tirar la toalla en el curso de su mandato. ¿Qué gana un Presidente de la República que con ingenuidad extrema cierra el camino al azar? Por supuesto, tiene que mostrar tanta prudencia como comedimiento les sean posibles. Más carece de sentido exponerse al abandono de los pilares humanos que además de sustentar la tarea de gobierno, soportan la obra política.

De esta postura de expresa indefinición a un forzoso proceso reeleccionario, sin embargo, hay un largo camino. Y en el caso actual, un enorme vacío al término del recorrido, que concluye en una sima. No en la cima. Álvaro Uribe entregó a su sucesor cuando aún conservaba un 62% de popularidad. Lo temerario habría sido procurar un siguiente mandato basado en esa popularidad, cuando la ley se lo prohibía. Luis Ignacio Da Silva, Lula, propulsó una sucesora, a Dilma Rousseff, porque la mayor parte de los brasileños creen en él. No aprovechó el aplauso público, empero, porque la ley constituía un valladar para tales aspiraciones.

En la percepción de estas diferencias es donde se encuentra la esencia de la tranquilidad ciudadana. Y el presidente Fernández está consciente de ello. Por eso, en medio de prolija verborrea politiquera, habla de que es garante contra el camino malo. Esto también debe proclamarlo a riesgo de lo plagiario de la expresión, puesto que, en su beneficio, la pronunció, años ha, Joaquín Balaguer. Pero éste riesgo de plagiario está llamado a correrlo, ya que él mismo es más una réplica de Balaguer que de don Juan. Aunque sea una copia tan imperfecta, que no ha podido interpretar el librito de Balaguer en los asuntos propios de la administración de la cosa pública.

Y quizá por ello sopla desde el pecho de los que rechazan la nueva reforma este grito contra una reelección. Porque en el fondo, contemplan las miserias y las angustias que no se confiesan. 

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