Podemos calificar como retrospectiva la exposición de Marianela Jiménez en la Galería Nacional de Bellas Artes? Muy pocas veces, salvo en entrevistas, un texto empieza por una pregunta. Una exposición retrospectiva suele recoger piezas de un artista, desde sus primeras obras hasta las últimas, que provienen de distintas fuentes, museos, galerías, colecciones institucionales, públicas y privadas. “Pasión y Maestría”, efectivamente, reúne obras de Marianela Jiménez, desde su más temprana juventud hasta las postrimeras, desde la precocidad de una vocación hasta la obstinación tardía aun cuando ya le faltaban fuerzas…
Ahora bien, y es un caso excepcional, todas las obras provienen del patrimonio de Marianela Jiménez, de su archivo particular. Si cientos de sus pinturas reposan entre instituciones -nacionales y extranjeras- y casas de familiares, esta exposición es un legado afectivo: Marisun, hija de la maestra, ha querido mostrar “tesoros” que su madre le entregó y que ella cuidó con el mismo esmero que la artista…
Marianela Jiménez era pues una artista de excepción, metódica, que no solamente trabajaba intensamente en su creación y en la enseñanza, sino que guardaba tesoneramente parte de su producción, catálogos, diplomas, reconocimientos, fotografías, críticas, protegidos en inmensos álbumes. Tenemos la dicha de poder observar algunos de estos preciados testimonios.
Por cierto, tenemos la absoluta convicción de que una exposición –sobre todo antológica y retrospectiva- no debe limitarse a presentar las obras, sino expresar cómo surgieron en el tiempo y las circunstancias… “Misión cumplida” aquí, obra y vida se comparten. Además, ello ha permitido una museografía, llena de sensibilidad, que corresponde a la impronta emocional de la exposición, la cual, por su índole, no pretende abarcar la totalidad de una producción artística.
Colocación y escenografía Retratos, paisajes, bodegones, hasta dos esculturas del período estudiantil, tienen sus lugares y señalamientos respectivos, más allá de la mera cronología. Sin embargo, lo que impresiona es el montaje de la exposición, a veces una escenografía, de buen gusto y bienvenida. No sorprende que su autor sea Salvador Bergés, él mismo un artista: aparte de su especialidad y experiencia en las artes escénicas, es un artista plástico reconocido.
Con pertinencia y entusiasmo, no solamente él ha dispuesto los cuadros, sino que escenográficamente, en señalados casos los ha acompañado de objetos – y un mueble aun – que son los originales, de la propia Marianela … y que volvemos a encontrar dentro de las pinturas. Así mismo, para el cuadro “en abismo”, con una fotografía -presente fuera y dentro- junto a planchas antiguas y flores nuevas… Por cierto, Marisun ha ido brindando una colaboración valiosa.
Luego, condecoración, diplomas, artículos, fotografías y más testimonios, se ofrecen, entre pared y extenso soporte, a la atención del público. Evidentemente, se trata de una mínima parte de recuerdos incontables, todos conservados, pero está su representatividad con una esmerada presentación, teniendo en cuenta la severa limitación de los medios institucionales.
¡Sin embargo, el ingenio hace maravillas!
En esta exposición, todo está coherente, articulado, bien seleccionado espacialmente, incluyendo textos necesarios -uno cita aun las opiniones de grandes pioneros de la crítica dominicana-. El visitante se integra, circula naturalmente y responde a una iniciativa hermosa que un talento magistral, ejercido al filo de las décadas, y la devoción filial han convertido en un logro (ad)mirado de la memoria y el arte, al fin hecho realidad después de una larga espera.