¿Esclavos de los haitianos?

¿Esclavos de los haitianos?

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El derrumbe de la familia, por la desintegración de sus componentes ante la necesidades económicas de mayores ingresos y la irresponsabilidad de los padres, así como la influencia de la saturante propaganda que se recibe por los medios de comunicación para incitar al consumo y vivir acomodados, ha dado lugar a generaciones dominicanas sin ningún tipo de raíces de orgullo nacional e inconscientes de sus deberes para con la Patria.

El notable auge de la delincuencia, fruto de la desintegración del núcleo familiar y la pésima educación que se recibe en las aulas de las escuelas públicas, es fuente de un incremento galopante de la violencia, que cada día viene marcado por el número de muertos. La mayoría de éstos por efectos de la acción policial o desavenencias entre personas, que abrumados por la estrechez económica se desahogan malogrando a sus semejantes, en donde las mujeres reciben la peor parte superando el número de 60 asesinadas en lo que va del año.

El afán de la juventud, por un lado, y de los empresarios, para hacerse ricos lo más pronto posible, ha impactado en los sentimientos y el orgullo de poseer una Patria libre y lo han ido diluyendo. Ahora queda la urgencia de imitar a otras naciones más desarrolladas con el gasto conspicuo y superfluo que se cubre con la búsqueda de dinero, ya sea por los actos delictivos, evasión fiscal o el dinero ganado en buena lid por los jóvenes que con sus músculos y sus voces impactan a las multitudes.

Esa situación está dejando un gran vacío en la sociedad, ya que la educación pública, pese a los esfuerzos para modernizarla, tiene un lastre de muchos años, sumergiendo en la ignorancia a miles de jóvenes cuya única meta es poseer lo que en sus casas no pudieron disfrutar. De ahí que se está gestando una fuerte sensación de desamparo patriótico que podría dar lugar a acontecimientos lamentables cuando estamos arropados por una inmigración ilegal procedente de Haití, en donde sus nacionales encuentran aquí su medio de vida. Muy pronto esa masa de ilegales conscientes de su raza y orígenes formarán una quinta columna de impredecibles consecuencias para la nacionalidad, la que ha desaparecido del sentimiento de los dominicanos.

Es verdad que las reacciones de Haina, Hatillo Palma y de Mao en contra de los haitianos son muestras de que queda algo de la raza que forjó la nacionalidad en el siglo XIX, pero esos actos aislados contrastan en la convivencia de los nacionales de dos países en otras regiones del país. Eso es algo normal aun cuando se sabe que los haitianos llevan muy arraigada la amargura de haber sido derrotados y mantenidos al otro lado de la frontera después de aquellas guerras patrióticas de 1844 a 1856.

La nación dominicana, en su conjunto como tal, no está en condiciones de asumir el reto de su patriotismo y de enfrentar con responsabilidad la protección de las creencias de sus raíces y de su libertad. Se podría prever que en el transcurso del presente siglo, el país se verá enfrentado a acontecimientos calamitosos con los vecinos haitianos que podrían dar al traste a nuestra bandera tricolor.

Afortunadamente el presidente Fernández, sin decirlo, está consciente de esa posibilidad, de ahí sus grandes empeños en transformar el sistema educativo de raíz, llevando los valores esenciales de la dominicanidad a las aulas, aprovechando los avances logrados en todos los niveles de la educación. Se está sembrando de nuevo la semilla del patriotismo y de los valores morales, que por obra y gracia de un gremio politizado de los maestros ha llevado al cretinismo a millones de dominicanos, que solo ven las conveniencias del vivir bien y disfrutar de una vida fácil o ser lúmpenes izquierdistas y vagones de las luchas sociales.

Sin darnos cuenta, el gremio de los maestros, apoyado por un sistema oficial de educación, distraído y pensando en otras cosas desde 1962, no pensó en el daño que iban recibiendo con malicia los escolares, a los cuales no se les inculcaban los valores morales y patrióticos que fueron orgullo de la escuela, solo se les inculcaban valores distorsionantes de la conducta. Incluso se llegó al extremo de sembrar la semilla de la ideología marxista, que en la década del 60 y siguiente era muy popular en el país, siendo reemplazada a partir de los 90 por fascinación de un rápido enriquecimiento en la juventud, deslumbrada por lo que ganan los peloteros y cantantes, que en los medios de donde proceden son los iconos que deben seguirse para llegar a rico. La juventud desprecia los sentimientos del patriotismo y de la moral que le dieron lustre a la Nación en otras décadas y estimuló el surgimiento de clases pensantes que actualmente se han ausentado, dejando un cretinismo apabullante y demoledor de la nación…

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