Como en los tiempos que en América del Norte se desató la tremebunda fiebre por el oro, en la actualidad en nuestro lar ha sonado la alarma de que un buen número de jóvenes se desvive por estampar firmas millonarias en dólares para ingresar al béisbol profesional y un día no lejano usufructuar el glamour de las Grandes Ligas, sin dejar de reconocer que del otro lado de la moneda se corre el riesgo de disminuir el interés por asistir a la escuela, y en el peor de los casos, una deserción definitiva que conduce a un camino sin horizonte.
Esta situación llevó recientemente al Ministro de Educación, Carlos Amarante Baret, a externar su preocupación en el sentido de con el alto registro de jóvenes que están dejando los estudios detrás de cuantiosos bonos por firmar para el béisbol profesional descuidan su formación integral, incluso en aquellos que triunfan se observa que muchos de ellos carecen de ciertas herramientas educativas que necesitan para tener un buen comportamiento en la vida y en sus relaciones en el ámbito deportivo.
Consideramos muy acertada la opinión del alto funcionario en el sentido de desarrollar proyectos educativos que permitan que los muchachos que tengan talento para jugar béisbol en caso de que por alguna razón no lleguen a triunfar en ese campo, puedan continuar su formación escolar con la finalidad de en un futuro hacerse de un título universitario.
Sin embargo, hay que admitir que el asunto es mucho más complejo de que lo parece; por lo tanto se hace necesario establecer cuidadosamente los pro y los contra. En décadas pasadas en nuestra sociedad sólo las familias de las clases sociales más deprimidas no objetaban que sus hijos se dedicaran por completo a una carrera para alcanzar la estelaridad en la pelota rentada de los Estados Unidos, con la esperanza de superar la pobreza.
Hoy en día los exorbitantes bonos otorgados a los prospectos por las organizaciones de las Grandes Ligas, así como los estratosféricos contratos de los jugadores establecidos allí, han puesto a un buen número de padres de la clase media baja y hasta algunos de la clase media alta, en la disyuntiva – si tienen vástagos con condiciones y talento para el béisbol- de decidirse por apoyar a sus hijos para el logro de una carrera profesional académica u optar por una carrera deportiva en el béisbol profesional.
La tentación se puede considerar de irresistible si apreciamos el impresionante torrencial de dólares que los equipos de las Grandes Ligas han desembolsado en los últimos años para firmar a un grupo de bisoños beisbolistas que tiene como límite los 16 años y medio cumplidos en el mercado de agentes libres conocido como Julio 2 que se realiza anualmente aquí con la autorización de la Major League Baseball.
En la versión correspondiente al pasado 2 de julio del 2015 los equipos convocados por programas de desarrollo de talentos encabezados por la entidad denominada Dominican Prospect League (DPL) distribuyeron una suma superior a los 20 millones de dólares al reclutar cerca de 30 prospectos. El bono más alto entre los jugadores dominicanos correspondió a Vladimir Guerrero Jr. por la suma de 4.5 millones por parte de los Azulejos de Toronto; le siguió Jhailyn Ortiz con 4.2 millones por parte de los Filis; hubo tres más de 2 millones y varios de un millón de dólares, entre los 17 equipos que entregaron bonos de los 30 que integran las ligas mayores.
Es decir, que un bono de un millón de dólares al cambio en pesos dominicanos, son 45 millones de pesos; dos millones 90 millones de pesos, tres millones 135 millones de pesos y 4 millones de dólares equivalen a unos 180 millones. Son sumas que se obtienen con sólo firmar para iniciar una carrera por escala en los circuitos minoritarios, sin tener seguridad de que se llegará a las grandes ligas.
Con muy raras excepciones, un profesional académico ya sea abogado, ingeniero, contador o profesor durante su total existencia, trabajando honestamente durante toda su vida, podría obtener tales montos. Y ni hablar de los que logran convertirse en grandes íconos del llamado Big Show. ¿Qué les parece?
Continuaremos.