Escribir sobre Gabriel Zaid antes de que sea tarde

Escribir sobre Gabriel Zaid antes de que sea tarde

Eulogio Santaella

El tiempo es eterno y la vida perecedera. Si acaso alguien menciona al azar el 2024, instintivamente expreso que en ese entonces se cumplirán 80 años de mi nacimiento. Aclaro que sería arrogante decir que en ese momento cumpliré 80 años, pues no hay certeza de que estaré vivo en esa fecha. Por eso decidí no aplazar más el cumplimiento de un deseo remoto: escribir sobre Gabriel Zaid, un personaje irrepetible “alérgico al poder”.

Graduado en el Tec de Monterrey como ingeniero mecánico – administrador en 1955 comenzó su vida literaria a los 18 años, en 1952, como crítico teatral en la revista estudiantil “El Borrego”. A sus 88 años valida cada día su condición de poeta laureado y pensador multifacético que marca pautas de comportamiento colectivo.

Tradicionalmente las críticas a los gobernantes mexicanos habían sido un desahogo benévolo. La matanza de Tlatelolco de 1986 inició una etapa de confrontación de los intelectuales con el poder, simbolizada en la renuncia de Octavio Paz como embajador de México en la India, ampliada con el repudio de Carlos Fuentes a Diaz Ordaz. Las pugnas se agudizaron después que Díaz Ordaz entregara el poder a Luis Echeverría, quien sacudió al país con un nuevo hecho de sangre: la matanza del Jueves Corpus de junio 10 de 1971, preludio de la muy larga y sangrienta “Guerra Sucia”.

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Paz se mantuvo combativo, pero Fuentes se dejó seducir por la falsa “apertura” de Echeverría y proclamó en 1972 que no apoyar a Echeverría “era un crimen histórico”. Gabriel Zaid, que era colaborador de “La Cultura en México” de la revista “Siempre”, envió un artículo de una sola línea al director de ese prestigioso suplemento cultural, Fernando Benítez: “El único criminal histórico es Luis Echeverría”. Benítez no públicó ese escueto escrito y enarboló la consigna de “Echeverría o el fascismo”. Así surgió una grieta entre intelectuales que los distanció para toda la vida.

Acorralado, Fuentes escribió el ensayo “Opciones críticas en el verano de nuestro descontento” y como respuesta Gabriel Zaid le escribió una vitriólica carta pública que concluyó así: “Si eres amigo de Echeverría, ¿Por qué no le ayudas privadamente con el mayor servicio que nadie le puede hacer: convencerlo de que Corpus no es un pelo cualquiera en la sopa de la Apertura, sino la prueba pública de si cree que podamos democratizarnos, o si cree, como don Porfirio, que todavía no estamos preparados?” En 1975 Echeverría nombró a Fuentes embajador en Francia.

Desde muy joven, Zaid se planteó un ideal platónico: llevar la poesía a la vida cotidiana y podría glosarse lo que dijo Einstein sobre Gandhi: “las próximas generaciones no creerán que realmente existiera un ser humano como Gabriel Zaid”. Su obra literaria es conocida y reconocida, traducida a nueve idiomas. Como escritor es reconocido, pero como persona no es conocido. Enrique Krauze señala que Zaid “Nunca ha otorgado una entrevista, de igual manera, no se toma fotos públicamente ni deja que se las tomen”. En 1993 Zaid demandó al fotógrafo Pedro Valtierra por haberle tomado una fotografía, sin autorización suya, hablando en un evento público con su adversado Carlos Fuentes.

Zaid se quejó ante Derechos de Autor, exigió una disculpa pública y pidió un millón de pesos para resarcir el daño. En su defensa alguien escribió que Zaid rechaza “exponer a los ojos ajenos la pornografía del ego”. Por eso recomendó montar bicicleta mirando al frente, no al ombligo y escribió un libro contra la fama, fiel expresión de un verso suyo: “Yo no creo en la poesía autobiográfica”. Falta mucho por escribir sobre el inmenso Gabriel Zaid.

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