Escritores indecentes

Escritores indecentes

Se ha dicho siempre que todos los hombres son: manuales sentimentales e intelectuales. Desde luego, cada individuo posee esas facultades en diversas proporciones. Hay sujetos con extremada habilidad para las artes mecánicas y lo que llaman “manualidades”. Otros son sumamente emotivos y reaccionan “intensamente” ante los gozos y dolores que la vida reparte. Pero todos somos manuales, sentimentales e intelectuales. Ciertamente, algunas personas vienen al mundo con capacidades especiales para los razonamientos y abstracciones. Su lado intelectual es más activo que su porción manual. Tal vez esta clase de personas prefiera estudiar filosofía, antes que practicar todos los días para aprender a tocar bien una guitarra. Pulsar y digitar las cuerdas es agradabilísima tarea para quienes son guitarristas por vocación.
Son intelectuales los hombres dedicados a la enseñanza. Aunque no creen nuevos conocimientos, transmiten a la sociedad los saberes existentes. Muchos profesores universitarios son también escritores o investigadores en el campo de las humanidades; los hay dedicados a la investigación en ciencias naturales y, a la vez, a la enseñanza de alguna disciplina profesional de carácter práctico. Algunos físicos teóricos enseñan historia de la física en las escuelas de ingeniería civil o industrial. Son intelectuales por partida doble; por su actividad científica y por cumplir tareas pedagógica. Existen intelectuales dedicados enteramente a la literatura; a la creación de poemas, novelas, ensayos.
Los hay que defienden con denuedo su libertad de pensamiento; hombres que opinan con entereza acerca de los asuntos conflictivos de la vida pública; también existen intelectuales pusilánimes -de almas reducidas- que prefieren callar ante los abusos, injusticias y atropellos que los políticos “derraman” a veces sobre los pueblos. Otros se enrolan, por interés pecuniario, al servicio de proyectos contrarios al bienestar de las mayorías nacionales. En todas las profesiones encontramos sujetos que se conducen de manera indecente.
Existen sacerdotes pedófilos, médicos “abortistas”, ingenieros tramposos y, por supuesto, escritores e intelectuales sinvergüenzas, capaces de mentir para hacer daño a quienes no comparten su ideología, estilo de vida o militancia política. El daño que un nuncio como el polaco Wesolowski hace a la Iglesia, es semejante al descrédito que acarrea a la comunidad intelectual, el espectáculo de las sañudas riñas politiqueras entre periodistas y escritores.

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