Escuchen a esa juventud

Escuchen a  esa juventud

Se han vuelto una gran atracción en los escenarios en los que hacen sentir su rebeldía en este momento de crisis. Y no es imprescindible para comprenderlos el estar de acuerdo con algunas de sus consignas inflexibles a partir de una coyuntura que debe ser transitada con objetividad para no empeorar las cosas con drasticidades institucionales. Pero es positivo que la juventud reaccione sensiblemente contra el estropicio electoral pendiente de aclaración y en crítica enérgica a las inequidades al uso en busca de triunfos electorales. Reaccionan sobre todo a los proselitismos que interactúan con ciudadanos como si fueran piezas comprables con generosidades transitorias.

Desde congestionadas tribunas urbanas la juventud activada por los hechos del 16 de febrero muestra rechazo al desfase de liderazgos adheridos al clientelismo y a las respuestas populistas a los males. La permanencia de algunos de ellos en privilegios y éxitos personales a montones tiende visiblemente a alejar a las cúpulas de la gente llana y preterida y de las personas de nueva conciencia que pueblan estos lares. Lo dice el BID hoy mismo sin vínculo con la Plaza de la Bandera: a pesar de las mejoras del ingreso registradas en Centroamérica y el Caribe, el 80% de los habitantes considera que la distribución de la riqueza es injusta. ¿No será por ahí que anda el detonante que saca de su tranquilidad a jóvenes y adultos?

Proliferación móvil de tóxicos

Los automóviles en pésimo estado presentes en el transporte público deben ser motivo de preocupación, no solo porque congestionan vías caóticamente a falta de un servicio eficiente y planificado. También porque causan polución al aire que se respira en ciudades. Y desde un enfoque más amplio del problema, habría que reconocer que las máquinas que expelen gases de combustión automotriz sin filtrar son incontables en República Dominicana.

No existe una agenda de control sobre las fuentes de daños ambientales que ruedan en una diversidad de vehículos, de carga y uso privado, que sin llegar a la categoría de chatarras emiten el horror químico que proviene de la quema de sus combustibles. La civilización que lo impida no ha llegado por aquí. Hay licencia para la intoxicación callejera por vía respiratoria.

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