POR MARIEN A. CAPITAN
Miles de estrellas iluminan el curso de repente. La Vía Láctea, brillante, se presenta frente a todos. Junto a su imagen, una voz femenina explica cada detalle sobre ella. A color, divertida y diferente, esta clase es única: forma parte del software de la pizarra digital, una interesante herramienta pedagógica que hace del aprendizaje una aventura.
Conscientes de que siempre es más fácil aprender si las clases son entretenidas, para los maestros la Escuela Benito Juárez es una verdadera alegría poder decir que trabajan en el único centro educativo oficial que ya tiene una de estas pizarras. Y todo gracias a la donación de la embajada de México, que es la institución que apadrina esta escuela.
Ver la pizarra funcionando es una novedad para quienes se educaron al calor de la tiza, el borrador y los dibujitos que hacían como podían los profesores: por aquellos días era imposible pensar en la posibilidad de tener fotografías a color en la pizarra. Mucho menos que se podría jugar, pensar, organizar y dirigir toda una clase con sólo hacer un clic.
Es que la pizarra, en pocas palabras, es como tener una computadora pegada a la pared. Esta computadora, sin embargo, tiene una ventaja adicional: se puede escribir sobre ella con un marcador digital. ¿El borrador? También es digital.
ENTRE CHIRIPEROS Y DEMAS
La llegada de la pizarra digital a esta humilde escuela es un paso de avance para el sector de Cristo Rey, un barrio difícil en el que los estudiantes deben aprender a sobrevivir antes de memorizar sus clases: la mayoría son chiriperos, ayudantes de negocios, limpiadores¼ muchos de los 2,200 alumnos que estudian aquí tienen un oficio en horas de la mañana y estudian en la tarde.
Por ese motivo, según explica la directora, Florencia Melbina Dinzey, es tan importante para ellos contar con la pizarra digital, un instrumento que hará que los menores se interesen más por los contenidos del currículum.
Tras explicar que el programa educativo que trae la pizarra está dedicado a niños de quinto y sexto curso, Dinzey apuntó que las demás aplicaciones pueden ser usadas por todos: la computadora de la pizarra tiene integrada una enciclopedia completa, un buscador y acceso al Internet. Gracias a ello, el mundo está a la disposición de todos.
Pero esta no es la única ayuda que les ofrece la embajada de México. Cada año les dan un aporte de US$1,000. Este dinero, que jamás llega en efectivo, se utiliza para comprar los materiales gastables que se necesitan en las oficinas y salones de clases. En otras ocasiones ha servido para comprar abanicos y una nevera.
Pasando a las necesidades, Dinzey es clara al sostener que lo más urgente es contar con vigilantes y militares que cuiden el centro.
Es que, establece, no sólo les han robado los útiles: ahora hay un grupo de desaprensivos que se ha tomado la tarea de entrar al centro los fines de semana, rompen los pizarrones y hasta defecan sobre las mesas.
Los únicos espacios que están a salvo son los de los laboratorios de informática de la escuela y el liceo los dos centros comparten el mismo plantel, que tiene 26 aulas- y el aula de la pizarra digital.
Estos espacios están custodiados de noche para evitar que les roben las computadoras, los inversores, las baterías y el aire acondicionado del laboratorio.
Bien vale la pena salvaguardar estas propiedades. Aquí no sólo reciben clases los estudiantes, sino que también los hacen los padres y vecinos de esta comunidad. A estos últimos se les cobra RD$50 mensuales que se utilizan en reparar las máquinas que se dañan y mantener todo bien. El dinero que les queda, subraya el profesor Eddy Chávez, se utiliza para ensamblar una computadora que después se rifa entre los propios estudiantes.
Por otra parte, Dinzey sostiene que han encontrado una fórmula ideal para lidiar con el asunto de las butacas rotas: han dado inicio a un programa de reparación que es solventado por los padres de los niños que rompen el mobiliario.
Hay que ir mensual, semanal y quincenal revisando las butacas que están rotas para luego hacer el proyecto de reparación, cosa que cuando se inicie el año escolar no tengamos problemas, dice Dinzey, al tiempo de explicar que el costo de reparación se divide entre la cantidad de estudiantes y así se determina cuánto les toca pagar. Generalmente son RD$5, RD$10 ó RD$20.
Responsabilizar a las familias para que aprendan a cuidar es el norte de esta directora que busca que la comunidad se identifique con la escuela y forme parte de ella.
Quizás, tal como ha logrado que otras cosas funcionen aquí, pronto lo logre.