Escuela Pablo Neruda sobrevive
en medio de graves carencias

<P>Escuela Pablo Neruda sobrevive<BR>en medio de graves carencias</P>

CARMEN MATOS
c.matos@hoy.com.do
Tener mobiliario en perfectas condiciones y material educativo siempre a tiempo no ha logrado que los estudiantes que asisten a la escuela Pablo Neruda del barrio Pueblo Nuevo de Los Alcarrizos se sientan mínimamente dichosos.

Y es que una mirada a la fachada del centro, ubicado en la calle 10, basta para que el observador conozca de su oscuro y precario interior. Si no fuera por la enseña tricolor que ondea a un lado de la estructura, el cementerio de butacas en el techo y el correteo de niños en la calle, sería imposible reconocer que se está frente a la escuela más antigua del sector, fundada en 1974.

El centro educativo está dividido en tres locales alquilados y el segundo, único con letrina disponible, es utilizado por pandillas de la comunidad como punto de reunión y  preparación de estupefacientes, incluso en horas de clase, por lo que se mezclan con los alumnos en el recreo, que se desarrolla en las calles.

“Siempre encontramos fósforos, velas y otros materiales que se utilizan para hacer drogas en las aulas”, afirma la profesora del séptimo curso Gilda Valera, con sorprendente tranquilidad.

Por su parte el director, Lucrecio Polanco, explicó que la escuela siempre ha funcionado de manera pobre e insegura y dividida en locales de casas de familia que son inapropiadas para impartir docencia. Por esto se habla de la escuela Pablo Neruda I, II y III que con una población total de más de 1,000 estudiantes soporta dos tandas de clases y una nocturna para adultos.

En el local I funciona el nivel inicial y de primero a cuarto de primaria; al II asisten los estudiantes de cuarto a sexto grado y en el III están asignados los séptimos y octavos cursos.

Paso a paso.   De entrada, la primera carencia identificable en los tres planteles de la escuela es la falta de energía eléctrica, la precariedad de sus estructuras y el hacinamiento entre alumnos.

 Sin embargo, sólo tras  atravesar las calurosas divisiones de zinc y playwood que hacen de aulas, ver la inexistencia de un área de recreación y sentir el mal olor de las obstruidas letrinas se puede conocer la miseria de cada jornada.

Aquí las ratas son  parte del estudiantado.

Testimonios.  Todos los maestros consultados coinciden en que “están haciendo lo mejor que pueden”, en medio del ambiente en que se desempeñan. Admiten que el  rendimiento  estudiantil es “muy pobre”.

Tecnología en Stand By.  El director del centro declaró que a pesar de que recibieron una donación de computadoras no las utilizan  debido a que son víctimas de constantes atracos por la falta de seguridad, tampoco usan radios ni ningún otro equipo eléctrico.

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