Escuela reduce jornada por falta de butacas

Escuela reduce jornada por falta de butacas

POR MARIEN A. CAPITAN
Diez de la mañana. Las puertas de la escuela y el politécnico Colombina Canario, de Santo Domingo Este, se abren para que los estudiantes que hay aquí se vayan a sus casas. Debido a la falta de butacas, los maestros decidieron anticipar la hora de salida.

La carencia de mobiliario es tal que entre los dos centros, en los que hay 2,301 estudiantes, faltan quinientas butacas. Esto, explican los maestros, obliga a los pequeños a tener que sentarse en el suelo.

A causa del cansancio que les genera, tanto los padres como los maestros se pusieron de acuerdo para no cumplir con la jornada escolar. Es, señalaron, una nueva forma de protestar –los docentes se quejan de que ellos tampoco tienen dónde sentarse-.

Razones para ello no faltan. Cuando se entra a cualquier curso, y se ven las aulas semidesiertas, es fácil entender la situación. Sobre todo si, cinco minutos después de haber comprobado que en el aula sólo hay 20 butacas, un maestro le comenta que en ese salón hay de cuarenta a cuarenticinco niños. ¿Qué hacer con los 25 que se quedan de pie? Sentarlos resignadamente en el suelo.

Esto, aunque parezca inconcebible, ha provocado más de una disputa paterna. Salvando los pleitos que también existen entre los niños, resulta que los adultos van en compañía de los niños para asegurarse que tengan su butaca. Si en algún descuido alguien se la quiere quitar, el pleito está garantizado.

Para evitar estos incidentes, muchos padres han optado por madrugar y llevar a sus retoños a la escuela a las siete de la mañana. Los maestros, por su lado, están siempre alertas ante lo que pueda pasar.

«Los mismos padres vienen a pelearse porque no hay butacas. Vienen a las siete de la mañana porque no hay butacas y cuando se la quita otro, bueno pues pelean. Eso ha generado un clima de violencia. Se ha perdido el silencio y el respeto al aula y a la clase», dijo la profesora Lourdes Altagracia Penzo.

Pero este «exceso de falta de butacas», tal como lo definió una de las maestras, también intenta paliarse un poco usando las sillas del salón de actos. Estas sillas, sin apoyo ni brazos, están desperdigadas por todas las aulas.

Cuestionada en torno a esta situación, la directora regente del centro, Marilyn Maldonado, aseguró que el problema es realmente grave puesto que desde hace cuatro años no les entregaban mobiliario nuevo. Tampoco les reparaban el existente.

Pese a ello, Maldonado indicó que ahora las cosas son distintas porque las butacas que estaban dañadas se están reparando y, de hecho, hoy mismo podrían llegar al centro educativo.

Así se lo han comunicado las autoridades educativas, sostuvo Maldonado, quien confía en que pronto puedan contar con el mobiliario. También con las labores de mantenimiento de la escuela que, la verdad, no está en las mejores condiciones.

Desde la pintura, que no se retoca desde que fue inaugurado el centro en el 1993, hasta las instalaciones sanitarias necesitan ser tomadas en cuenta. También la bomba de agua que, al estar dañada, priva de agua corriente a los sanitarios.

Pero son las puertas las que llevan la peor parte. Al hablar de la entrada, por ejemplo, hay que decir que no tienen puerta (se la llevó un camión) por lo que los vándalos del área entran con toda facilidad.

Pasando a las puertas de las aulas, éstas son un poema a la destrucción: todas están rotas a la máxima potencia. Parecería que, queriéndolo o no, se ha organizado en este espacio un verdadero 2baile de comején» que se ha mantenido eternamente activo y ha terminado dejando unos prominentes hoyos.

Deprimente, lo más triste de esta escuela es que podría cambiar su rostro con muy poco. Con una infraestructura en buenas condiciones, sólo falta un poco de mantenimiento y disposición. Es una tarea que, simple, debe hacer pronto la Secretaría de Educación.

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