Escuelas Argentina pasarán juegos del Mundial

Escuelas Argentina pasarán juegos del Mundial

BUENOS AIRES (AP).- Los estudiantes que soñaban con la idea de no asistir a clases para ver por televisión los partidos de la selección argentina de fútbol en la Copa del Mundo ya no tendrán más excusas para ausentarse.

Al menos dos provincias en este país profundamente futbolero anunciaron que permitirán que se transmitan los partidos en los salones de clase.

Muchos otros distritos de escuelas públicas podrían secundar la medida, al considerar que es mejor que se permita a los estudiantes ver los partidos de la selección de su país en horarios escolares que sufrir grandes cifras de ausencia debido a la Copa del Mundo de Alemania 2006.

Sin embargo, esta idea ha generado un feroz debate nacional en el país, sobre el valor «educativo» que tiene el observar los partidos en los salones de clase.

Hasta ahora las provincias de Córdoba, en el centro del país, así como Mendoza, en la cordillera de los Andes, han informado que permitirán la transmisión de los primeros partidos de la selección argentina en el Mundial en los salones de clase, que coincide con las vacaciones de verano en el hemisferio norte, pero ocurre justo a la mitad del año académico sudamericano.

Otras escuelas públicas en la provincia de Buenos Aires, donde reside una cuarta parte de los 36 millones de habitantes del país, están dejando la transmisión de los partidos en los salones a la discreción de los directores de escuelas, mientras que otras autoridades no han tomado una decisión o en su defecto han manifestado su oposición abierta a ese tipo de distracciones.

«¨Deberíamos permitir que se vea la Copa del Mundo en las escuelas?», tituló el miércoles el diario Clarín de Buenos Aires, el de mayor circulación.

Este tipo de titulares en busca de una respuesta ética ha generado diversas reacciones en este país, donde el fútbol es un asunto de todo el año, la gente se identifica con sus equipos locales casi con fervor religioso y millones de fanáticos siguen apasionadamente las incidencias de sus clubes a lo largo de dos campeonatos de liga al año.

Muchos esperan con ansiedad los días que faltan hasta el momento mágico cuando el locutor de la televisión grite el primer «—gooooooooooooool!» al otro lado del Atlántico y los argentinos se conviertan en una nación de sonámbulos, desvelándose lo que sea necesario para ver los principales partidos en otro huso horario.

Será también una época en la que las oficinas y los trabajadores de las fábricas dejarán de hacer sus labores, mientras que los ejecutivos suspenderán sus reuniones para encaminarse a los cafés deportivos donde tendrán prolongados almuerzos mientras observan el desarrollo de los partidos.

Dondequiera que hay una Copa del Mundo, Argentina entra en un frenesí futbolero, sin importar que la selección nacional haya sufrido algunas salidas desastrosas en los últimos mundiales, como cuando quedaron fuera en la primera ronda del Mundial de Corea y Japón en el 2002.

En 1978 y como locales, los argentinos ganaron su primera Copa del Mundo y en 1986, guiados por Diego Armando Maradona, conquistaron su segundo campeonato mundial en México.

Para Jorge Guzmán, el gerente del café deportivo Locos por el Fútbol en Buenos Aires, el deporte está profundamente enraizado en la mente de los argentinos e incluso el ánimo nacional tiende a subir con cada victoria en el Mundial, o a caer con cada derrota.

«Argentina respira fútbol. Hay días en los que el equipo nacional está jugando bien y el ánimo sube, y también, hay otros días cuando cae. A decir verdad, el fútbol altera las rutinas básicas», agregó Guzmán.

Hace cuatro años, cuando la Copa del Mundo se jugó en Asia, muchos de los partidos se trasmitieron durante la madrugada, antes del amanecer y justo cuando las escuelas no estaban en clases.

Algunos defensores señalan que el ver la Copa del Mundo, al tiempo que también reciben clases de geografía, de diferentes culturas mundiales o incluso las mundanas estadísticas deportivas, puede ofrecer lecciones de la vida real. Hay quienes sugieren que es mejor unirse a esa locura por el fútbol que fomentar el ausentismo en los salones de clase.

Pero para otros, todo esto es descabellado.

En Buenos Aires, la ciudad capital, se negó la autorización para que los niños puedan ver los partidos del Mundial en los salones.

Además, la ciudad ya se ha opuesto a otros distractores tecnológicos por la proliferación de cibercafés, teléfonos celulares y otros objetos electrónicos.

Por ejemplo, el rector de la Universidad de Buenos Aires, Guillermo Jaim Etcheverry, se opone públicamente a la idea de que se trasmitan los duelos.

«¿Que hay de los grupos interesados en hockey sobre césped o el tenis? ¿O por qué no suspender las clases si alguien quiere ir a la ópera o al teatro?», señaló Jaim Etcheverry al diario Clarín.

En cambio, el ministro de Educación de Argentina, Daniel Filmus, diplomáticamente marcó una línea al declarar que las escuelas no podían mantenerse al margen de uno de los espectáculos deportivos más grandes del mundo.

Por ello, señaló que iba a ayudar a presentar el lunes un libro que será distribuido en los salones de clase sobre la Copa del Mundo del 2006, con lecciones «pedagógicas» útiles, como la historia, la geografía y datos sobre los países que enviarán sus representativos al Mundial.

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