Escuelas públicas y colegios privados

Escuelas públicas y colegios privados

POR JESÚS DE LA ROSA
El pronunciamiento de la funcionaria estadounidense se fundamentó en los resultados de un estudio sobre el sistema de instrucción pública de la República Dominicana realizado de manera conjunta por el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), la Universidad Católica Madre y Maestra (UCMM) y la de Albari de los Estados Unidos.

Pocas personas de aquí conocen los pormenores de dicho estudio; se dice que el mismo todavía no ha sido completado; y que será en unos meses cuando se darán a conocer los resultados definitivos de dicha indagatoria.

Si el pronóstico de la Brinneman fuera cierto en todas sus partes, aquí todo estaría perdido. Decimos esto porque la escuela dominicana es mayoritariamente pública: menos del 20% de la población escolar de este país cursa estudios en establecimientos docentes de carácter privado.

A finales de la década de los años 90, el sistema dominicano de instrucción pública adolecía de graves deficiencias. Sus índices de acceso, permanencia y promoción eran bajos, y altos los de repitencia, deserción y sobreedad. Se decía entonces que una grave crisis afectaba los servicios de educación; pero, nunca se habló de que el mismo hubiese fracasado.

Entrevistado por periodistas del matutino HOY, el rector del INTEC, doctor Miguel Escala, calificó de grave la crisis que afecta al sistema de instrucción pública, a tiempo en que destacó el hecho de que en los últimos años hayan mejorado algunos de sus indicadores de calidad y empeorado otros.

El reconocer los males que afectan a nuestro sistema de instrucción pública, como atinadamente lo ha hecho el rector del INTEC, no necesariamente significa que se comparta en todas sus partes la opinión de la señora Brinneman; y mucho menos que se piense que la crisis que hoy afecta al sistema dominicano de instrucción pública no tenga solución.

Conocemos los males que afectan a nuestra escuela; sabemos que para solucionarlos tenemos que asegurar que el 100% de los niños de menos de 5 años de edad asista a un grado inicial y que, un año después, todos esos niños ingresen al primer curso del nivel básico; reorganizar el sistema de instrucción pública; establecer mecanismos legales para la asistencia temprana de los niños a la escuela; aumentar la oferta y mejorar la calidad de la educación media; reducir a su mínima expresión la repitencia, la deserción y la sobreedad; fortalecer la educación de las personas adultas; eliminar el analfabetismo entre las personas de 15 o más años de edad; redefinir una nueva estrategia de formación y capacitación docente; mitigar los riesgos sociales que afectan a quienes enseñan y a quienes aprenden; y movilizar la sociedad dominicana a favor de la educación. Pero, esas y otras medidas no podrán ser complementadas mientras este gobierno no introduzca un mejor orden de prioridades en el gasto público; tampoco, mientras el gobierno se vea obligado a invertir los miles de millones de dólares que invierte en financiar el sector eléctrico, el gas propano, y en honrar los pagos de la deuda externa.

Es que el gobierno está incurriendo en gastos excesivos. Es que el gobierno les está pagando a los prestamistas internacionales una suma de dinero 6 veces mayor que la que invierte en educación. Es que, debido a los desaciertos económicos de la administración anterior, el gobierno del presidente Fernández ha tenido que prestarle atención especial a los problemas del sector eléctrico y a la procura de un límite al endeudamiento externo.

Al respecto, el presidente Leonel Fernández en ocasiones ha dicho que de no ser así “no tendríamos posibilidades de hacer las inversiones requeridas y necesarias para poder avanzar en el ámbito social”.

El gobierno de Leonel Fernández aumenta la deuda social a tiempo en que procura un crecimiento económico que le permita al país progresar.

Los pronunciamientos de la señora Brinneman, que tanto procupan a unos y alegran a otros, podrían haberse basado en una investigación que sobre el mismo asunto realizó aquí, en el año 2005, el norteamericano Gerald F. Murray financiada por el Fondo para el Financiamiento de la Microempresa (FONDOMICRO) con recursos aportados por la USAID.

El doctor Gerald F. Murray pertenece al “mismo litoral” que los que dirigieron el estudio en cuyos resultados se basó la Brinneman para decir lo que dijo.

Las indagatorias de Gerald F. Murray forman parte del contenido de su libro “ El Colegio y la Escuela “ publicado en Santo Domingo en el año 2005 por la Editora Marina Ortiz.

Al igual que muchas personas de aquí, el doctor Murray percibe el colegio privado como sinónimo de excelencia y la escuela pública como la expresión más fiel del desastre.

La verdad es que disponemos de colegios privados, excelentes, buenos y malos; también, de escuelas públicas excelentes, buenas y malas.

Afortunadamente, aquí tenemos mucho más establecimientos de enseñanza pública que colegios privados, por lo que hay más escuelas públicas excelentes que colegios privados excelentes; también, más escuelas públicas malas que colegios privados malos.

Pero, es una minoría de estudiantes la que puede asistir a un colegio privado o a una escuela pública excelente.

En la página dos del libro “ El Colegio y la Escuela” su autor, refiriéndose a la preferencia por los colegios privados que manifiestan muchas familias dominicanas de clase media, afirma lo siguiente: “A diferencia de la situación de Europa y en América del Norte, y a diferencia aun de ciertos otros países latinoamericanos, donde una minoría de familias pudientes siguen mandando sus hijos a las escuelas públicas, en la República Dominicana son pocas las familias urbanas de clase media para arriba que ponen sus hijos en una escuela pública” .

Consideramos cierto lo expresado por el doctor Murray acerca de la preferencia por los colegios privados que manifiestan muchas familias dominicanas de la clase media. Es así porque son muchos los pequeños burgueses del patio que creen que sus hijos cuando sean mayores se van a enriquecer por el simple hecho de pasarse durante años algunas horas del día en compañía de los hijos de familias ricas. Esos deseosos de ver a sus hijos en un futuro cercano convertidos en potentados ignoran que las clases son las clases y el recreo es el recreo. Pero, dejémonos de anécdotas y entremos de lleno a analizar lo expresado por el doctor Murray en su libro “ El Colegio y la Escuela”.

Desde el capítulo primero de su “antropología de la educación en la República Dominicana” Murray entra de lleno en materia cuando expresa: “la educación pública dominicana gozaba de bastante calidad y credibilidad social antes de la muerte del dictador Rafael L. Trujillo Molina en 1961. Pero a partir de aquel año comenzó un proceso de deterioro que continuaría durante los siguientes 25 años, cuyo resultado fue un brote de nuevas escuelas privadas”.

El doctor Murray afirma en su obra de marras que la escuela pública dominicana colapsó a partir de la fecha en que ajusticiaron al dictador y que el surgimiento y proliferación de los colegios privados se dio como alternativa de calidad frente a una escuela pública deteriorada de más en más, pretendiendo así reivindicar el papel de los establecimientos de educación privados así como su lógica dentro de un desgastado esquema de generación de ingresos y de reinversión de ganancias.

La decadencia del sistema de instrucción pública en tiempos de Trujillo tubo lugar, por lo menos, una década antes de la fecha en que ocurrió el ajusticiamiento del dictador y no después como lo afirma el doctor Murray.

En tiempos de la dictadura todos los servicios públicos, incluyendo los de educación, gozaban de “bastante calidad y credibilidad”. ¿Quién se atrevía a decir lo contrario? Pero, la verdad es que en su momento de mayor esplendor, la cobertura del sistema de instrucción pública en tiempos de Trujillo nunca sobrepasó el 30%.

En los mejores momentos de la dictadura (1950 1955) el número de establecimientos docentes era de 4220 escuelas, con una población escolar de poco más de 100 mil estudiantes atendida por 1910 profesores.

En tiempos de Trujillo, la casi totalidad de los locales escolares estaba situada en las ciudades, a pesar de que la mayoría de los dominicanos vivía en el campo. El índice de analfabetismo en la población de adultos, que era de un 20% en 1936, había ascendido a un 60% a principios de la década de los años 50, a pesar de que los mecanismos de propaganda de la dictadura afirmaban lo contrario.

La Universidad de Santo Domingo, rebautizada hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo, tenía, a finales de la década de los años 50, menos de 3000 estudiantes. Su producción intelectual era muy pobre o formaba parte de los mecanismos de propaganda del régimen. Las condiciones de trabajo de sus catedráticos eran difíciles. Mientras sus claustros guardaban silencio, los estudiantes de la universidad estatal eran adoctrinados en el sentido de asegurar su apego y lealtad a los dictámenes de Trujillo.

Fue al final de la llamada Era de Trujillo cuando los dominicanos pudimos darnos cuenta de que no teníamos escuelas; de que no teníamos maestros; de que no teníamos universidades; y de que no teníamos nada.

¿En qué situación se encuentra hoy el sistema de instrucción pública de la República Dominicana? La situación del sistema dominicano de instrucción pública aparece magistralmente descrita en “Los Objetivos del Milenio”, un documento preparado por un equipo de técnicos de la Secretaría de Estado de Educación:

 “Aún cuando la escolaridad promedio de la población dominicana continúa siendo muy baja, las oportunidades educativas han mejorado sistemáticamente para cada nueva generación”. Así, el nivel de escolaridad del grupo poblacional que nació en el 1930 se estima en sólo 3.2 años. Alcanzó los 7.0 años para los nacidos en 1950 y los 9.0 años para los nacidos en 1970, Medido por rango de edad, el 91% de la población entre 6 y 18 años de edad asiste ahora a la escuela. La República Dominicana ocupa el segundo lugar en América Latina en cobertura 14-18 años. Para el rango entre 6 y 18 años en la zona rural, el país tiene el nivel de cobertura más elevado de América Latina con un 88.7% de su población inscrita en la escuela. Al alcanzar los 18 años de edad un joven dominicano ha pasado un promedio de 11.8 años en la escuela.

Sin embargo, en términos de eficiencia, prevalecen en el sistema altas tasas de repitencia y de deserción que conducen a bajas tasas de finalización. Al cumplir los 18 años un joven ha asistido 11.8 años a la escuela, como se señaló anteriormente, pero sólo ha logrado una escolaridad de 8.3 años.

Mas aún, debido al ingreso tardío a la escuela, la repitencia y la deserción temporal, la sobreedad permanece muy alta, alcanzando el 22% para los estudiantes del nivel básico y el 52% para los estudiantes del nivel medio. De conformidad con los análisis de cohorte, de cada 100 niños que ingresan a la educación formal sólo el 75% completa el cuarto grado, el 63% completa el sexto grado y sólo el 52% completa una educación básica de ocho años. Esa situación es más seria en la zona rural en donde la mayoría de sus centros educativos no alcanza el sexto grado. En lo que concierne al género, existe una tendencia sostenida a mejorar el nivel de escolaridad de la población femenina. Las mujeres tienen mayor participación en el nivel básico y medio del sistema educativo.

Para el año 2002, en la población de 6 a 13 años, las niñas presentaban un 87% de asistencia escolar mientras en los niños se registraba un 84%. En la población de 14 a 17 años, la asistencia de la mujer, con un 40%, fue muy superior a la del hombre con sólo un 29%. Las tasas de repitencia y deserción son más bajas en las mujeres que en los hombres y el rendimiento escolar mas alto.

A pesar de la baja eficiencia del sistema, conviene señalar, que tanto a nivel nacional, como en los casos de la educación rural y de la formación de las mujeres, la repitencia y la deserción se han reducido a la mitad desde 1991. Además, los porcentajes de estudiantes que han logrado alcanzar el sexto, octavo o doceavo grados se han duplicado entre 1992 y 2002”

 En tiempos de Trujillo, la República Dominicana no contaba con técnicos capaces de formular un análisis como el que acabamos de exponer; y en caso que los hubiese tenido, los mismos no se habrían atrevido a hacer público un documento como ése. Continuaremos en una próxima entrega.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas