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Días antes de la apertura del presente año escolar las autoridades del Ministerio de Educación les advirtieron a los dueños de colegios privados que serían desautorizados aquellos que aumentaren el costo de la matrícula e inscripción de los alumnos sin el consentimiento de los padres de éstos. Pero, al igual que como ocurre todos los años, los amos de esas instituciones no tomaron en cuenta esas advertencias. En efecto, este año escolar que recién se inicia, los colegios privados registraron un aumento entre un 20 y 40 por ciento en la tarifa escolar; y como si ello fuera poco, los gerentes de dichos establecimientos procuraron que el costo de los libros de texto y demás útiles escolares se situara entre 20 y 40 mil pesos por estudiante. Y qué decir de los uniformes de uso escolar. En ocasiones, los precios de los mismos resultan demasiado caros, hasta el punto de que algunos padres de familias optan por comprarlos en el exterior. En estos días las librerías y los grandes almacenes se han visto alborotados de gentes comprando uniformes, libros y útiles escolares, sin importarles que, en violación a la ley, el costo de los estudios en colegios privados haya sido aumentado. Ante esa realidad, a las autoridades del Ministerio de Educación no les queda otra opción que la de continuar implementando planes y programas que tengan como objetivo elevar la pertinencia y calidad de la enseñanza pública, tal y como lo han venido haciendo en los últimos años.
¡Si usted no dispone recursos para pagar los estudios de sus hijos en un buen colegio, inscríbalos en una escuela pública, que las hay tan buenas como los mejores colegios!
Según las estadísticas oficiales, el total de estudiantes matriculado en escuelas, liceos y politécnicos públicos es tres veces mayor que el de los colegios privados. Escuela pública no es sinónimo de desorden, ni colegio de excelencia, como muchos pretenden hacernos creer. Disponemos de más escuelas públicas buenas que colegios excelentes; también, más escuelas que dejan mucho que desear que colegios que operan con serias dificultades. Todo es cuestión de estadística. Y qué decir de los conflictos que ocurren en nuestras escuelas públicas de los que acostumbran a dar cuenta los medios de comunicación. ¡Hay de todo en la viña del señor! Sucede que los casos de inconductas de parte de alumnos de colegios privados no se dan a conocer a la opinión pública; los dueños de esos establecimientos llevan a cabo todo tipo de diligencia para impedirlo. Las escuelas públicas, salvo casos excepcionales, operan con un personal docente calificado como tal. Hoy, resulta muy difícil, por no decir imposible, el que una persona ocupe un puesto de docente en una escuela pública sin estar en posesión de un título universitario o normalista. En síntesis, el país dispone de escuelas públicas que están a la altura de los mejores colegios en cuanto a calidad de la enseñanza que se ofrecen.
La mayoría de los grandes personajes de nuestra historia cursaron sus estudios en escuelas públicas. La escuela pública nos lo ha dado todo. Lo otro está por verse.
Tres son los factores claves para el desarrollo de la instrucción pública: la expansión cuantitativa; la diferenciación de las estructuras institucionales de los programas y forma de estudios; y las restricciones financieras. Éstas últimas podrían volverse perjudiciales para el funcionamiento general de la instrucción pública.