La exposición “El dibujo en las colecciones dominicanas, homenaje a los maestros forjadores de la plástica nacional” es la más completa, animada y documentada que se haya realizada en Santo Domingo desde hace mucho tiempo.

No solamente se presentan las obras –que incluyen escultura y cerámica, las vamos a comentar más adelante– sino que la muestra en sí está acompañada de actividades de animación, las cuales son ejemplo, disfrute y educación.
Aparte de visitas guiadas, un programa generoso y de alto nivel ha ofrecido charlas, paneles, conversatorios, a cargo de especialistas.
Este “ciclo de conferencias” ha sido considerado por los organizadores como “reflexiones sobre las artes plásticas en la República Dominicana” y algo más… un título sutil que incluye a los que vinieron como “allegados” (el calificativo es de Danilo de los Santos).
Luego, creemos que no se había hecho publicaciones de esa calidad, listas al comenzar la exposición: jamás se había distribuido un folleto de mano tan informativo, sustancioso y hermoso, por cierto centrado en Domingo Liz. En cuanto al catálogo, es una pieza bibliográfica a conservar y consultar entre escritos teóricos e imágenes. Compite con cualquier gran catálogo, producido en las metrópolis…
Escultura y cerámica. Si el moroso público de las manifestaciones de arte no ha asistido masivamente, lo sentiríamos. Aquí, no se trataba de curiosidad –como para las bienales– sino de disfrutar, aprender y enorgullecerse del pasado reciente de la plástica nacional.
Simplemente, nos entristece que, a pesar del aumento demográfico, hoy no contemos, en la escultura “definida”, con la vigencia de tales creadores magistrales –artistas, artesanos, innovadores, apasionados–, que ilustraron décadas de brillantez.
No solo aplaudimos esta integración, sino que la misma comunicó una vitalidad extraordinaria al evento. Además, la escultura de la época, (re)presentada aquí, se perfilaba, en su audacia y exclusividad, hacia el futuro… más que el dibujo, siendo Domingo Liz una (repetida) excepción.
La escultura de Gaspar Mario Cruz “es” la identidad dominicana, insuperable, insustituible. Conjuga la espontaneidad del santero de palo, el fervor del anónimo románico, la grandeza del hacedor renacentista, una concepción rítmica propia y un manejo único de la morfología, dentro de un enfoque introspectivo, a la vez inquieto y exaltado, mítico y místico..
Otro escultor formidable e inconfundible es Luichy Martínez Richiez, virtuoso de la talla, por el soporte erótico de la obra y la reproducción –realista o alusiva– de partes sexuales, ¡siendo la mujer su heroína! Esta aproximación “erótico- fantástica” (según Luichy, auto-definición exagerada…) no debe postergar la apreciación de cualidades plásticas excepcionales.
Antonio Prats Ventós, el maestro totalizante, siempre elige sus materiales y se compenetra con sus cualidades físicas, con una preferencia por la madera noble en el desarrollo de su vocabulario. En su vasto repertorio de formas, vemos y sentimos una extraordinaria capacidad de asimilación y metamorfosis, que aúna un legado afro-antillano, mediterráneo y universal.
Manolo Pascual, admirable profesor y responsable de vocaciones, fue ciertamente un vanguardista de la talla, la combinación de materiales, el color en la escultura. Antonio Toribio, José Ramón Rotellini, y por supuesto Domingo Liz también tienen aquí su sitial. ¡Es imposible dejar de cuestionar… lo que ha pasado luego con la escultura!
Como Gaspar Mario Cruz en la escultura, Paul Giudicelli es la insuperable figura de la cerámica –aparte de ser un iniciador, y Thimo Pimentel, otro grande, lo pondera–. Muy bien lo resalta este montaje, agrupando las piezas. Expresionista, neo-abstracto, cultor de una insólita también neo-figuración, libre y “geométrico- sensible”, Giudicelli siempre centró sus investigaciones y su imaginación en la cultura vernácula, fundiendo lo amerindio, lo afroantillano y lo hispánico en un “arte de ruptura” que sigue sobresaliendo hoy en día.
¡Gracias a la ENAV por este regalo de pre-navidad!