Ese asesinato me puso a pensar

Ese asesinato me puso a pensar

Samuel Luna

Hay que pensarlo muy bien para estar en el ejercicio de la política. En América Latina y en el Caribe hemos visto en los últimos cinco años una demostración de magnicidio. Este 9 de agosto supimos que fue asesinado uno de los candidatos a la presidencia de Ecuador, Fernando Villavicencio. Esta noticia generó en mi ser un sentir de impotencia. Sentí la maldad de nosotros los humanos. De hecho, me puso a pensar que realmente Dios existe. Digo esto porque este asesinato es una prueba de la lucha intencional, ideológica y de poder entre los mismos seres humanos que buscan algo inalcanzable. Una lucha cruel que solo nos lleva al sufrimiento y a la desintegración.

Ese comportamiento no lo vemos en los animales. Algo nos dice que estamos heridos, vacíos y en busca de algo que se nos fue; algo existencial, espiritual y relacional. Es por eso que debemos ver la política como un apostolado y no como un medio para apoyar nuestros planes maquiavélicos y alimentar el ego que arrastramos desde que nacimos. No debemos ejercer el poder para promover la maldad y mucho menos para aplastar la dignidad de los demás. Ese asesinato me puso a pensar y llegué a la conclusión que participar en estructuras partidarias en países en proceso de desarrollo como lo nuestros requiere un compromiso quijotesco y temerario.

Ese asesinato me puso a pensar que debo admirar y felicitar a todos aquellos hombres y mujeres serias, que desempeñan la política con carácter e integridad. A esos que se exponen cada día al peligro latente. Creo firmemente que la política es el terreno donde los hombres y mujeres revelan el carácter, nuestros íntimos deseos y propósitos. Ese asesinato me llevó a pensar en aquellos que no quieren estar en la política por temor a perder su reputación, tratando de proteger sus debilidades. Nos convertimos en personas amargas, invisibles y sin destino.

La política posee su propia escatología, porque nos lleva a encontrar nuestro destino por laberintos resbalosos y oscuros. Y precisamente en ese contexto de inseguridad nos agarramos de todo aquello que nos brinda seguridad, paz y descanso. El asesinato de Fernando Villavicencio me alejó del mundo político y al mismo tiempo me acercó. Me alejo de lo ajeno, de lo impuro, de la mediocridad, de la maldad. También ese asesinato me acercó más a aquellos caminantes que sufren por sus ideas, y por todos aquellos políticos que se sienten solos y abandonados.

Debemos producir sanidad en las familias dominicanas, sanidad en el mundo empresarial, sanidad en las iglesias, sanidad en los que trabajan la tierra del campo, sanidad en las artes plásticas, y también sanidad en la esfera política. No importa si somos parte o no de una estructura política, debemos implementar y promover el bien colectivo desde nuestras plataformas. Todos estamos llamados a reducir el mal y a pagar el fuego de las hogueras encendidas por los malaventurados.