Ese día en el que enterramos la institucionalidad

Ese día en el que enterramos la institucionalidad

El domingo asistimos al funeral de la institucionalidad. Ella, aunque agonizaba en los últimos meses, esperaba vivir. Pero no. No le dieron el chance a recuperarse: la asesinaron vilmente, durante una jornada en la que ni siquiera se preocuparon de guardar un poco las apariencias.

El derroche de dinero fue tremendo. Las ansias por conservar el poder eran voraces y, en consecuencia, hicieron hasta lo inimaginable para quedarse ahí. No en vano se veían las patanas llenas de electrodomésticos y, al son de comida y dinero, le “recordaron” a la gente que era más conveniente que ellos se quedaran.

No sé qué hubiese pasado si no se hubieran comprado cédulas (algo que, aunque en menor medida, también hizo el PRD)  y vendido ilusiones. Tal vez el resultado habría sido igual. Pero, ¡qué bien nos habríamos sentido! ¡Un gobierno instalado sobre las bases de la democracia y la institucionalidad nos habría hecho sentir tan orgullosos! En su lugar, hoy toca revisarnos y ver qué haremos para lograr que en este país se respeten las reglas y no tengamos que ver, una y otra vez, que los gobiernos hacen lo que les da la gana sin que nadie pueda impedírselo.

De alguna forma tenemos que evitar que en las elecciones se coarten las libertades, se vulneren los derechos y, encima de todo eso, se incumpla de mil maneras la Ley Electoral.  Qué triste fue ver a los partidos proclamándose  ganadores  (¡el PLD en la propia JCE!).

De cualquier forma, la República Dominicana tiene el Gobierno que eligió. Ese es el que merece. Sólo nos queda esperar que Danilo Medina sea un buen Presidente. Por el bien de todos. Su éxito será nuestra fortuna.

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