Ese nacionalismo que viene del norte

Ese nacionalismo que viene del norte

Se dice que el populismo y el nacionalismo son los dos grandes fantasmas que actualmente recorren el mundo. Por razones de espacio, de los dos me referiré básicamente al segundo; también porque es el más expandido y probablemente el más peligroso porque, además de la suyas, tiene las aberraciones del primero. Desde varias perspectivas, se enfoca tanto el origen como la naturaleza del nacionalismo y en casi todas de una u otra manera se le asocia con la aparición de la sociedad moderna: el capitalismo y por ende con la expansión del mercado y posteriormente con la construcción del sentido de pertenencia a un lugar, ideas, valores, etnias, cultura y religión que hacen un nosotros contrapuesto al ellos.
La construcción de la nación es contradictoria, se forja como resultado de la interacción colectiva, donde las diferencias de roles y de estatus en el entramado de relaciones de las instituciones políticas y económicas en que se discurre la vida del conglomerado definido como nación, conduce a una la lógica de inclusión-exclusión, según la relación que tengan con el poder tanto los grupos como los individuos de la colectividad. La idea de la nación es que esta está basada en la comunidad geográfica, cultural, política y lingüística (hay excepciones), pero la comunidad de esos elementos son en gran medida una ficción, una idealización, una invención, un relato histórico no exento de mitos que generalmente terminan prevaleciendo sobre la realidad.
¿Quiénes son nacionales?, quienes se auto reconocen como tales y a quienes las leyes, las costumbres y a la arbitrariedad, legal o no, de quienes se creen depositarios de la nación reconocen como tales. Esa dimensión política de la nación, vale decir la dimensión del poder que establece el criterio de pertenencia nos remite al ejercicio de una soberanía sobre el territorio en el que esta se asienta. El reclamo de esta soberanía es lo que actualmente se ha expandido en diversos países donde el Estado/nación ha tenido dificultad de conciliar los reclamos de las elites locales que tradicionalmente se han pensado como depositarias de la soberanía absoluta sobre el territorio que con la ayuda de ese Estado/nación ha dominado.
Los fenómenos migratorios, que ponen a prueba los mitos en que se construyeron muchas nacionalidades: el nosotros basado en pureza étnica, religión verdadera y única, superioridad cultural para justificar la diferencia con ellos; la agudización del debilitamiento del Estado/nación, el gran desarrollo de las redes de comunicación que refuerza el sentido de pertenencia a una nación, vivase o no en su suelo, se han convertido en factores que han potenciado los mitos del sentimiento nacionalista subyacente en diversas comunidades. El nacional/populismo que cercena la unidad de varios estados de europeos, básicamente, tiene su máxima expresión en las zonas norte desarrolladas con las fuerzas de trabajo del sur. Ejemplos: País Vasco y Cataluña en España y Lombardía en Italia.
Sus respectivas elites locales reclaman para sí el monopolio exclusivo de la soberanía (de la fuerza) sobre el territorio para el control absoluto de riqueza y poder, a través de lo que Sánchez Ferlosio llama borrachera de “conciencia histórica” o patriotismo construido a golpe de mitos.

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