Esfuércense, no sean perezosos y sirvan al Señor con corazón ferviente. Romanos 12: 11.
Todo lo que hagamos para Dios debe ser con excelencia, pero muchos nos dejamos llevar por nuestra condición del alma, la cual siempre está sometida a factores internos y externos que fueron heredados o adquiridos, pero que nos mantienen en un estado de pereza.
A Dios no le agrada la pereza, ya que esto nos mantiene en una posición de inactividad y dejamos de hacer lo que debemos, esperando siempre que otros lo hagan por nosotros.
Si nuestra actitud es “Mañana lo haré”, debemos cambiar y no esperar más, porque Dios está buscando hombres y mujeres que sirvan con corazones ardientes, los cuales nada dejan para después, sino que hacen hoy.
Dejemos la pereza y esforcémonos para dar lo mejor en todo, porque el resultado de cambiar se mostrará rápidamente en el incremento de nuestra productividad y nuestra efectividad en todo lo que hacemos.