Esfuerzo común

Esfuerzo común

Por José R. Yunén
A quien haya tenido el atento seguimiento de oír la membresía de los programas políticos realizados años anteriores por los candidatos presidenciales en los almuerzos de la Cámara Americana de Comercio, recordaron el vibrante discurso del señor Hipólito Mejía desafiando a ese selecto auditorio para convencerlo que el equipo de trabajo que tenía era el mejor por su experiencia y habilidades.

Este experimentado empresario y hombre político, quería demostrarle a la nación de una manera convincente que su talento, con su serenidad de juicio y la capacidad inductiva de decisión sin cacarear ni titubear, eran las cualidades más apropiadas de un hombre de estado. Afirmaba que las prioridades iniciales para el desarrollo nacional, era controlar el déficit fiscal, mantener la estabilidad económica, control estricto del gasto público, la reorganización de la Contraloría General y de la Cámara de Cuentas. No revelando dudas sobre ejecución y viabilidad de lo propuesto, lo respaldaba su recia personalidad, demostrada en su trayectoria pública y capacidad empresarial.

Es de sobra sabido que, a todo hombre que se estrene en el poder es sensato abrirle una carta de crédito moral. Sin embargo resalta con fuerza de evidencia los problemas que se presentaron en las diferentes áreas de nuestro país durante este último cuatrenio, especialmente por las duras expresiones de nuestro gobernante, con su áspero lenguaje que utilizaba en sus apariciones públicas desencadenados por su temperamental e incontrolable personalidad.

Ante la precariedad de la situación que nacionalmente hemos pasado, que de golpe es una situación de frustración y pesimismo, conviene sin el palpitar de una rabia sorda en que no se debe perder la fe en el futuro que sería la base de todo desarrollo, tanto en lo económico como social. Y sobre todo, político.

Cuando esa fe no está presente o cuando se ha perdido, si alguna vez existió, eso se manifiesta de una manera palpable en un estado de estancamiento y luego de retroceso en las sociedades afectadas. Ahí es cuando la gente se dedica a vivir de día a día, sin más brújula que su egoísmo. Surge entonces la especulación, el dolo y la corrupción con todas sus viles ramificaciones. Retrato que hemos vivido descarnadamente en este cuatrenio.

Todo cuanto antecede demuestra que atravesamos por un periodo difícil, pero una sociedad no se mantiene, sino que se disuelve gradualmente, si en su seno cada uno hace lo que quiere hacer y no lo que debe. Para que el presente pueda culminar en un futuro productivo, debemos hacer un esfuerzo común para enderezar rumbos, uniendo voluntades para crear las condiciones de que existe la confianza. Si demoramos en implementar estas medidas se agudizará la crisis y el estallido de una convulsión social nos arropará a corto plazo.

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