Esos muertos que no me dejan dormir…

Esos muertos que no me dejan dormir…

Los operativos de fin semana deben ser permanentes y desplegarse en todo el país, no solo circunscribirse a los feriados como Semana Santa, primero de mayo y fiestas de fin de año, para controlar y educar al pueblo dominicano contra sus excesos y desbordamientos no racionales.

Hay que emprender la guerra a los que quieren vivir la vida, a toda velocidad, a los que no saben hacer fila, esperar, dejar pasar, a los que no saben apreciar la melodía de la vida y el ritmo de los palpitos de la naturaleza, a los que no saben de urbanidad.

La lección que se podría sacar, en un primer impulso, de la última Semana Santa es que el pueblo es culpable de sus muertos. Muertes por querer vivir la vida, sin freno ni control. ¿Pero acaso, no vive el pueblo, todos los momentos de su vida, rociándose con ella? Entonces, seguro piensa,  un día más, un día menos, mejor vivirla rápida, embriagado. Sin dudas, el pueblo vive la vida y la muerte al mismo tiempo, es su pan cotidiano.

Muertes por violencia policíaca, muertes por descuido, alto voltaje,  muertes por falta de recursos, abortos, muertes por falta de dinero en los hospitales, muertes por golpes del marido, muertes por promiscuidad en los barrios pobres, muertes por drogas, muertes por aburrimiento, por imprudencia, no importa el momento, el lugar, la circunstancia, el dominicano está acostumbrado a la fatalidad de la muerte. No le teme, no la evita, la provoca; se burla de ella, la busca inconscientemente.

El Estado dominicano no  contabiliza las horas de sufrimiento, las horas perdidas de productividad por la  inasistencia al trabajo, a la universidad, a la oficina, por heridas o enfermedades, como no contabiliza las horas de trabajo de las enfermeras, de los médicos, de los cirujanos como costos para el país. Aquí eso no entra en las  estadísticas ni en las cuentas nacionales.  ¿Quiénes son los  responsables de las tantas muertes en las carreteras por imprudencias? Yo contesto, falta  educación, falta civismo, falta amor por la vida y la vida del otro.

Las muertes representan una externalidad que sangra la nación, por las consecuencias materiales e inmateriales que representan, discapacitados, huérfanos, viudas o viudos, todos ellos, pérdidas que dejan de crear riquezas para el país. ¡Pero a quién le interesa el pueblo y el país!

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