¡Esos precios!

¡Esos precios!

FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
Hace algunos días fui al supermercado, «armado» de una lista que me dio mi mujer. Se trataba de la compra de la quincena.

No está demás decir que en mi casa apenas somos tres, mi mujer, yo y la inefable Casilda, una cocinera capaz de dejar chiquito al mismísimo Mike Mercedes, al menos en algunos platillos de su propia creación.

Pero, ya en serio, luego de recorrer varias góndolas del «super», me acerqué a la caja contadora más cercana en la que se inició mi sorpresa, seguida de una serie de quejas (en alta voz, claro, para que otros parroquianos me escucharan).

¿Cómo – pregunté -, esto valía hace días veinte pesos y hoy vale treinta y dos y lo fabrican de aquel lado del río?

Pero nada, no conozco un super que le baje los precios a un cliente que proteste.

Seguí, pues, esperando que la señorita cajera atendiera un cliente y, antes de sacar la cartera, me espantó ver un producto que hacía dos semanas costaba $80.00, y que ahora se había elevado a RD$92.00. No me pude aguantar y le pregunté al dependiente el por qué del aumento.

¿Y qué me respondió? «El petróleo aumentó de precio».

Y ahí viene lo interesante. Prácticamente todos los grandes establecimientos comerciales importan los artículos que venden, por lo que siempre tienen en almacén esos artículos. Lo que quiere decir que no tienen derecho a aumentarles el precio.

Pero nadie les pone el cascabel al gato. Mejor dicho, a «los gatos». Y el pueblo es el que sufre las consecuencias.

Los empleados públicos menores tienen salarios increíblemente bajos. Tan bajos, que yo no me explico cómo pueden hacerle frente a sus imperiosas necesidades.

Tengo un amigo policía que me dijo ganaba unos ocho mil pesos. Tiene esposa y cinco hijos, paga casa, agua, luz, televisión y a veces hasta teléfono. Entonces, ¿cómo rayos puede ese hombre mantener su familia digna aunque pobremente?

Por el contrario, tenemos a los funcionarios, muchos de los cuales no solo ganan cientos de miles de pesos al mes, sino que tienen el tupé de aumentarse el sueldo.

Cierto que todo ha subido, pero empleados públicos de baja categoría, y muchos no de tan baja, todavía ganan prácticamente lo que ganaban hace diez años.

Hasta hace poco un policía ganaba RD$4,500.00, pero supe que dicho sueldo le acaba de ser doblado, gracias a diligencias del jefe de dicho cuerpo.

Empleados como policías y guardias, por ejemplo, tienen que ganar lo suficiente para no verse obligados a «macutear», práctica de larga data en el país y que, aunque parezca mentira, «ejercen» hasta funcionarios de alta jerarquía cuando «alguien» necesita algo y ese algo quien lo da es un funcionario que no ha perdido sus «artes» de macuteador impenitente.

También hay personas que ofrecen dinero, ¡bastante dinero! a funcionarios de alto nivel, por algo que consideran de gran importancia para agilizar la marcha de sus negocios, construcciones, importantes exportaciones, etc.

La situación económica del país no es buena. Tampoco mala, pero buena no es. Y necesitamos una economía sin «hoyos», bien manejada, austera.

Necesitamos que los funcionarios sepan que no están en sus puestos para aumentarse el sueldo. Ya se ha visto lo que pasó con los regidores de San Cristóbal, que se aumentaron un «rollo» de dinero y, debido a la crítica general, tuvieron que dar marcha atrás.

Estamos en un año crítico, el año de las elecciones presidenciales. Veremos el dinero correr a raudales pero, ¿de dónde saldrán esos dineros? He ahí la pregunta de los cien millones de dólares. A ver si usted, amigo lector, la contesta. Yo tengo ciertos «tips» pero no puedo hacerlos públicos.

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