¡Espabilémonos!

¡Espabilémonos!

La evolución de la conducta social de los dominicanos, después de los acontecimientos que en 1965 sacudieron a la capital, ha sido de una modificación del espíritu, que explotó con bríos y pujos patrióticos a partir de 1959, alcanzando su tope en lo que fue la contienda de abril.

 El surgimiento de una nueva necesidad de alcanzar un status social, que se inició lentamente en afanarse con trabajos de dedicación y productivos,  hasta caer en la desesperación de la buena vida, que venía apareada con los negocios, que en este siglo XXI, vienen  derivados del trasiego de drogas y la necesidad de blanquear una cantidad enorme de dinero.

 La sociedad se ha transformado de una manera radical, desde aquella apacible aldea rural y tímida  del centenario de 1944, a lo que sería una agrupación social, combinando los extremos de una escandalosa pobreza a orillas de ríos, cañadas y laderas de montañas  a una opulencia enclavada en lujosos ghettos habitacionales, donde se da cita lo más granado de la  sociedad dominicana.

 El afán de buscar por cualquier medio los recursos económicos  para afianzarse, social y ricamente, ha llevado a muchos sectores de incidencia en la sociedad, a despojarse de los pruritos de una convivencia de respeto al derecho ajeno y entrar aceleradamente en lo que el recordado Papa Juan Pablo II llamó  el auge del capitalismo salvaje.

Ahora, los grupos opulentos con sus cuentas bancarias repletas de dinero, exigen de los sectores productivos,  que también se enriquecen, con la demanda de toda clase de artículos  que contribuyan al confort y al disfrute de la vida en todos sus aspectos.

Los temores de siglos, que periódicamente desaparecen de las sociedades con el terror a la condenación eterna impuesta  por el desarrollo del cristianismo en la sociedad occidental, ha ido desapareciendo  para enfilar hacia la sociedad que ya una vez visualizó Ortega y Gasset, dedicada al atropello, dejando marginada una parte de la  población, que se resiste a cambiar sus concepciones de la vida y de la responsabilidad.

Los valores dormidos, que existen en abundancia en el país, por que sus acciones positivas  se ven a cada momento en los esfuerzos y afanes para tratar de hacer de este territorio algo vivible para todos, debe espabilarse para sacudirse de la comodidad o de la indolencia, tan típica de los seres humanos, que al sentirse realizados y cómodos en sus ambientes, alegan que este no es su problema.

Mucha gente tiene reservas para ser los abanderados de una toma de conciencia  para llevar el mensaje  de que el país no es exclusivo de un grupo que lo está desbaratando y devorando con sus acciones agresivas de acaparar lo que pertenece al bien común, sin tener ningún rubor para cometer las fechorías económicas y políticas para asegurarse una prosperidad de los falsos valores.

Hay que espabilarse, para que esto no sea un terreno de cacería  impune de oportunidades del enriquecimiento  agresivo del despojo de los recursos nacionales, que todos tenemos derecho a disfrutar,  para apoyar un desarrollo con dignidad y una cantidad de recursos que no pueden ser de ninguna manera del usufructo de unos pocos, que aupados al poder, lo que han hecho es denigrar la actividad política,  desprestigiándose ante sus conciudadanos  por el bajo criterio que se tiene de sus procederes.

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