A veces existen conflictos o diferencias personales, en las cuales olvidamos que el ser humano regido por la caracterización de su personalidad tiende a criticar en los demás lo que sabe y reconoce como sus propios defectos. Cuando algo te molesta tanto de otra persona, puede ser que tenga que ver directamente contigo, porque es como si se tratara de un espejo, es un reflejo de un aspecto de ti mismo del que no eres consciente porque lo ves en otras personas.
Sin duda alguna, aceptar los propios defectos, las debilidades, los errores, es una de las tareas más titánicas en el ser humano. Por eso se elige el camino más fácil que es el del señalamiento, el de trasladar eso que no nos gusta en los demás o peor aún, engañarnos y creer que los demás tienen la culpa de lo que somos.
Hay una frase muy conocida que dice: “Todo lo que te molesta de otros seres, es solo una proyección de lo que no has resuelto de ti mismo.”
De niños aprendemos por observación y repetición. Seguro que recuerdas que cuando eras pequeño tu padre o tu madre hacia algo que tú detestabas y ahora si lo piensas probablemente también lo haces en la actualidad. Porque aprendemos y repetimos un comportamiento de forma inconsciente.
Es por esta razón, que algunas personas caen dentro de ese mecanismo de defensa llamado proyección, que les permite ver en otras personas sus propios defectos o virtudes y tienden a sentirse amenazados por inseguridad o baja autoestima. Pero de lo que se trata es de darnos cuenta que es una caracterización muy constante en nuestra sociedad actual, para justificar los propios actos como un supuesto acto de venganza o de presunta igualdad, cuando en realidad es la falta de reconocimiento y aceptación entre el propio ser y los demás.
Existen diversos motivos por los que nuestra psicología humana recurre a la proyección: salvaguardar la imagen que tenemos de nosotros mismos, culpabilizar a otros para sentir que nosotros no tenemos la culpa, deshacernos del sentimiento de responsabilidad responsabilizando y acusando a otros… es una especie de defensa psicológica que nos permite proteger nuestro ego y asumir que somos especiales, diferentes, y que el resto de la humanidad, o su gran mayoría, son los que poseen los rasgos negativos que nosotros mismos tenemos.
Hay estudios que manifiestan algunas reflexiones que se pueden tomar en consideración para evitar estar señalando a los demás de sus propios actos:
1- El primer y quizás único camino es aprender a reconocerse a sí mismo. Muchas personas pasan su vida sin saber siquiera quiénes son, de qué son capaces y qué sería de una vida donde ellos fueran los verdaderos artífices de sus propia decisiones.
2- Del autoconocimiento debe pasar a la aceptación. Aprenda a ver con otros ojos las situaciones de la vida, a saber que nadie tendrá siempre la razón, pues cada persona vive en su propio mundo, un mundo donde no hay personas perfectas.
3- Recuerde que la madurez no está relacionada con la edad de las personas. La madurez radica en el momento en que aprende a entender el papel que tiene en su vida, cuando es capaz de asumir las riendas de sus propios actos y cuando es capaz de sembrar amor y cosechar un amor más grande en un mundo de sueños cumplidos.
Tengamos siempre presente este mensaje de Carl Jung: “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma.”