¡Espeluznante!

¡Espeluznante!

El rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), doctor Roberto Reyna, acaba de revelar estadísticas del sistema educativo dominicano que resultan espeluznantes. En un discurso en la última graduación de estudiantes de la UASD la pasada semana, el doctor Reyna indicó que menos de tres de cada cien bachilleres terminan una carrera universitaria.

De cada cien graduados de bachilleres, únicamente 13 ingresan a las universidades y, de estos, tan solo el 20%, esto es 2.6 estudiantes, terminan una carrera. Reyna entiende que este dato es revelador de lo excluyente que resulta el sistema educativo dominicano.

Pero más grave aún que este dato, es que el sistema educativo dominicano deja sin preparación para la vida productiva a los bachilleres, con excepción de los que se gradúan en escuelas técnicas religiosas como las que dirigen los sacerdotes Salesianos y los Jesuitas, y los contados liceos técnicos oficiales.

Más que en las universidades, la exclusión comienza desde la escuela elemental misma. El sistema educativo esta minado por deficiencias que deben ser superadas para evitar la exclusión social. En el país se desperdician recursos en asuntos improductivos o sin la prioridad real que tiene la educación, mientras que la educación está desahuciada para los políticos que manejan los presupuestos nacionales.

Los programas educativos dirigidos a la formación de técnicos medios están sumamente limitados. Las escuelas que dan esta formación pueden enumerarse con los dedos de las manos, como plantea el refranero para referirse a la escasez extrema.

Pero también las universidades, como la escuela en general, en los pasados años, tendieron a la masificación, y ese desparramamiento educativo produjo una baja en el nivel de calidad de los profesionales que graduaban. Esa deficiencia se convirtió en una bola de nieve que crece en la medida que rueda montaña abajo, porque profesionales con deficiencias pasaron a educar y finalmente profesionales más deficientes aún fueron también a educar a otros. Al final tenemos un apiñamiento o amasijo de deficiencias acumuladas que parecen sin solución.

Por tanto el problema, evidentemente, está más allá de la graduación del individuo en una universidad, porque además involucra la calidad.

Muchas soluciones se han planteado en el curso de los años, pero ninguna incurrió en un plan de aplicación continuada, lo que permitió el solapamiento de las deficiencias.

Pero lo que parece elemental es que ante un problema difícil, es imprescindible atacarlo por su parte más manejable. Y, en este caso, la parte más manejable sería la escuela elemental.

Hace años se habló de establecer un sistema educativo preescolar para niños pobres que sería financiado principalmente por el gobierno dirigido a favorecer a los bebés de madres que trabajan. Aunque se hicieron algunos establecimientos, este programa quedó trunco.

Luego se habló de mejorar la educación elemental y media para hacer frente a las necesidades de las áreas productivas nacionales y se plantearon programas como el Plan Decenal, el cual aún no ha sido sustituido por una planificación, a pesar de que hace años que venció su previsión.

El sistema educativo nacional, como bien plantea el doctor Reyna es excluyente, pero además está trabado en diferentes niveles que deben ser atendidos.

Es imprescindible, si es que el país quiere competir con las naciones del área, que ese sistema funcione realmente con eficiencia.

Es imprescindible que el sistema mejore y que la educación sea cubierta realmente desde la edad elemental hasta la productiva, encarrilando los recursos humanos por las áreas que realmente necesitará el país.

Es imposible y únicamente seria una necedad seguir fracasando donde ya está comprobado que hemos fracasado reiterada e inmancablemente en el pasado.

Es espeluznante lo que ha ocurrido en el sistema educativo por años, pero es más espeluznante que se mantenga sin cambios.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas