Esperanza de vida dominicana

Esperanza de vida dominicana

Sergio Sarita Valdez

La cantidad de informaciones que se recogen diariamente en el mundo ha llegado a cifras inimaginables e infinitas. Esos datos pueden luego ser organizados y analizados de distintas maneras dependiendo de los propósitos a servir.

Gracias a la capacidad y velocidad computacional existente, así como la facilidad de registro en la red de Internet no resulta difícil comparar las anotaciones de regiones geográficas, países y grupos humanos en particular.

Así que ya es posible saber al instante el promedio de vida que tendría un niño o una niña que naciera en Santo Domingo, Nueva York o Madrid.

Sorprende saber que de todo el continente europeo España tiene la mayor esperanza de vida con una media de 84 años, comparada con 76 años en los Estados Unidos y 74 años en República Dominicana.

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Tradicionalmente se ha dicho que las naciones ubicadas en el norte europeo tienen mejores ingresos y mayor desarrollo que las localizadas en el sur como serían Italia, España y Portugal. ¿Cuáles serían las virtudes que adornan las almas españolas para hacerlas campeonas del viejo continente? ¿Cuál es el motivo principal por el que una ciudad élite comercial del país más rico y poderoso del mundo solo exprese dos años de diferencia de esperanza de vida, comparada con un territorio caribeño subdesarrollado y dependiente como la nación dominicana?

Entre las múltiples hipótesis que pudiésemos plantearnos escojo en esta ocasión el estilo de vida. En 1968 cuando pasé a residir en el territorio norteamericano en condición de médico en entrenamiento percibí un cambio brusco y fuerte en la manera de vivir.

El reloj como marcador del tiempo se volvió el instrumento más usado, seguido de un equipo portátil de comunicación denominado “PAGER”. Vivía atento a las horas y los minutos puesto que el tiempo asignado para el trabajo, alimentación, ocio y descanso estaban programados de forma rigurosa. Las llamadas en el hospital para ir a realizar equis procedimiento se sucedían de modo continuo en las horas de servicio.

Aprendí a moverme con rapidez, así como a recordar los pedidos en las cuatro plantas de dos edificios conectados. La tensión generada durante los servicios corridos de 36 horas era intensa e inmensa. El poco descanso, sumado al agobio del trabajo, junto a los anuncios de tareas urgentes anunciadas por el inseparable radio transmisor constituyeron una larga prueba de fuego profesional.

Fue entonces cuando vine a comprender las comedias de cine de Charles Chaplin con el personaje que salía de la fábrica y caminaba por la calle cual si estuviera en la correa fabril.

Treinta años más tarde estando de visita en Barcelona quise aprovechar la hora de almuerzo para ir de compras a la librería. Caminé hasta dicho establecimiento solo para encontrarme con la sorpresa de que cerraban al mediodía y no volvían a abrir hasta las 3:00 de la tarde.

Igualmente pude constatar que muchos de los encuentros sociales no eran puntuales en el horario, a diferencia de Chicago en donde cenar a las 7:00 de la noche significaba que si llegabas a las 7:30 ya se había perdido el turno.

En República Dominicana todavía no es raro que en una cita acordada te dejen plantado y ni siquiera te lo notifiquen.

Entre Nueva York y Madrid nos colocamos atrevidamente los dominicanos y las dominicanas con nuestra esperanza de vida.

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