El fallido intento del grupo de “partidos oposicionistas” que apostada a que el PLD cedería a su exigencia y elegiría una Junta Central Electoral (JCE) revestida de pulcritud y transparencia, integrada por personalidades absolutamente independientes, no ligada a intereses partidarios, clericales, ni de otra índole, de acrisoladas virtudes, me hizo recordar la conocida composición musical del maestro Pedro Flores y el inquieto Ancobero, Esperanza inútil, que sirve de epígrafe de esta columna. Y que les viene como anillo al dedo a ese grupo variopinta y plañidero, de mansos y cimarrones, que supuestamente pretende derrotar en las urnas en el 2020 al partido de la “Liberación Nacional” que controla a través de su poderoso Comité Político el Senado de la República, habiendo demostrado con pruebas irrefutables que el poder no se regala y que en política el que agarra no suelta y todos los medios son validos para conseguir y retener el poder por “secula seculorum.”
Y no es que no existan en este país prohombres (y pro-mujeres) honorables, honestos y decentes no dependientes. Diógenes los encontraría si mediara interés, conveniencia y voluntad política por fortalecer las instituciones democráticas que sirven de mascarada, de parapeto, porque tal democracia no existe y “la fiebre no está en la sabana.”
Los pírricos resultados obtenidos por ese grupúsculo “opositor”, salvo el caso del PRM, deprimen. Y ese resultado vergonzoso no fue responsabilidad directa ni primaria de la JCE comprometido su presidente y adláteres hasta el tuétano con la línea de su partido y su gobierno igual que el Tribunal Superior Electoral y otros estamentos institucionales que forman parte de un sólido engranaje de poder, de una maquinaria gubernamental puesta en marcha desde el Palacio -no únicamente por este partido- que decide lanzarse a la reelección y ganarlas arrolladoramente como lo hizo utilizando todos medios y recursos posibles y artimañas inimaginables y eliminar a todo adversario, incluyendo de su propio partido, siendo capaz de corromper y reformar la Constitución a billetazo limpio, para lograr su objetivo y continuar felizmente la obra redentora de su nuevo líder cotizado entre los mejores gobernantes del continente, mientras la banca pierde y se ríe.
Todo eso se sabía y más que nadie esos partiduchos acostumbrados al rejuego político de la democracia que fueron al matadero electoral, incapaces de aceptar, comprender y enfrentar una realidad que a todos golpea y solo su torpe ceguera y ambición les impedía ver y enfrentar con un frente bien estructurado, un programa estratégico de gobierno con objetivos, principios y propósitos claros, serios y definidos que comience con el arduo trabajo que falta por hacer: concientizar y apoderar a la ciudadanía de sus derechos constitucionales, a esa masa de desposeídos, hambreados de pan y también de justicia, porque cuando un pueblo se moviliza ordenadamente no hay poder que lo detenga. Solo eso garantiza el cambio. No reclamar utopías a un partido único, todopoderoso, que controla y concentra todos los poderes del Estado y sabe cómo usarlo.
“Esperanza inútil, flor de desconsuelo por qué me persigues en mi soledad/, por qué no te mueres/ por qué no te mueres en mi corazón” cantaba el Anacobero.