Esperanzas apabulladas
por los temores

Esperanzas apabulladas<BR> por los temores

En el umbral del 2011, los dominicanos nos atemorizamos para iniciar el andar por el mismo con nuestra carga de esperanzas, y de muchos temores, por lo vivido en el pasado reciente, fruto de la indomable violencia y el colapso de muchos valores tradicionales, que antes sostenían el orgullo nacional.

Las corrientes modernas, que vienen apareadas con el capitalismo salvaje, ha trastornado todos los valores, afectando particularmente el núcleo familiar, con su desmembramiento colosal ante la demanda de cada ente por asegurar una posición de disfrute y de seguridad, arrollando a quienes obstaculizan sus ambiciones.

Iniciamos un nuevo año con esperanzas; la categoría de pendejos nos apabulla por los engaños de quienes controlan los recursos aprovechándose de ellos, sumergidos en una corrupción rampante y desvergonzada, que enoja a muchos sectores, agudizando el auge de la violencia de quienes quieren también disfrutar de los placeres que brinda una sociedad de consumo adinerada.

El auge de la violencia es la reacción lógica al derrumbe de la familia, al aumento de la ignorancia por la carencia de un sistema educativo eficiente, y en consecuencia, los temores, bloquean las voluntades para atenazarnos y sumergirnos en el pesimismo que tanto se quiere combatir como parte consustancial de las raíces genéticas.

La esperanza para un año positivo, con un mejor futuro para todos, es frenada por la incredulidad para creer en tales posibilidades, ya que la experiencia de tantos años de malas actuaciones de los políticos, con las riendas del poder en sus manos, han ido destruyendo la ingenuidad tan innata del criollo.

La indolencia  ancestral siempre ha llevado a los más hábiles a aprovecharse de los pendejos, arrastrándolos por la ruta que ellos desean para satisfacer sus ambiciones, procurando alcanzar una satisfacción en el uso de los recursos, sin acordarse de que propician la pobreza.

La esperanza de una futura menor pobreza es incentivada por los planes de solidaridad, que con sus diversos bonos contribuyen a neutralizar descontentos y aumenta un masa dócil para muchos planes políticos con la abundancia de entes sociales incapaces  y sumergidos en la ignorancia, gracias al deficiente sistema educativo.

La ingenuidad ancestral provoca que se abriguen esperanzas de que en este nuevo año encontraremos solución a muchos problemas, desde los económicos, los de salud y hasta los sentimentales. Pero las nubes negras que amenazan cubrirnos, acarreando una violencia rampante junto con las torpezas de las autoridades, empequeñecen los augurios de mejores perspectivas para alcanzar los objetivos soñando con avanzar, siempre y cuando los sectores cavernarios que nos acechan por todos lados no sigan tomando más fuerzas, amenazándonos con derrumbarnos, llevándonos a un estado de anarquía similar al haitiano.

Las esperanzas de un año estable y de buenas perspectivas, para el trabajo y el progreso, están supeditadas a lo que se arrastra en el lado occidental de la isla, con un futuro muy incierto, en donde las secuelas del terremoto, de la furia del cólera y la hipocresía de las naciones que prometieron abrir sus bolsillos para ayudar a un país destruido, se puso de manifiesto al desinflarse todas las promesas de ayuda. Por lo tanto, hay nuevos factores que se combinan para que los dominicanos no tengamos muchas esperanzas de un año de paz y desarrollo con el país vecino desarticulado.

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