Mi único delito fue observar un operativo de desalojo
Esta es mi verdad… y aunque no oí el mandato, parece esa fue la seña… Se ejecutaba un desalojo en un mercadito ubicado a pocos metros de mi casa, en el populoso sector de Manoguayabo, Santo Domingo Oeste.
Soy avisado del hecho y concurro a ver el desarrollo de la operación. Me ubico en la parte delantera del establecimiento, junto a decenas de uniformados fuertemente armados con escopetas calibre 12, fusiles lanza bombas lacrimógenas y otros tipos de armamentos.
Llega el inquilino principal del inmueble, un señor de 75 a 80 años, y empieza a vociferar: “eso es ilegal, eso es ilegal, van a ir preso’ to’. Trata de ingresar al local, impedido bruscamente por varios agentes policiales. Todo el mundo sabe los métodos que usa nuestra Policía.
Le digo a los agentes que tengan cuidado “con ese señor; es un hombre enfermo”. Sufre del mal de Parkinson.
-¿Y usted, quien es?, ¿está armado?- me preguntan, y de inmediato me cachean. Le respondo “yo periodista, estoy observando”. -No, no puede estar aquí”, me dice el coronel Richard del Rosario, quien comandaba el operativo y es el oficial superior en la región suroeste de la PN con asiento en Manoguayabo; dicho sea de paso, donde impera un gran desorden frente al destacamento con estacionamientos indebidos de vehículos todo el día.
Tras el registro que me hicieron, parece medio un “tránquenlo”, porque de inmediato un capitán y un raso me abruzaron, me doblaron los brazos, me esposaron y pasearon como 300 metros por el pueblo de Manoguayabo llevándome como un cristo hasta el destacamento.
De nada valió que decenas de personas hablaran con el teniente coronel Richard del Rosario, para que me dejara en libertad, ya que no cometí ningún delito, además de ser un adulto mayor. Y colorín, colorado…