Esquizofrenia política

Esquizofrenia política

FERNANDO L FERRAN
Vivimos una especie de esquizofrenia política. No hay encuesta de opinión en que los políticos y sus organizaciones no ocupen las peores posiciones y, al mismo tiempo, no hay consulta partidista que se realice en forma de convención u otra modalidad que no cuente con el apoyo decidido de los miembros de esas organizaciones.

Como si se tratara de un ritual litúrgico, la insatisfacción de la ciudadanía en general y en particular de los partidarios con sus dirigentes políticos, por el incumplimiento de las promesas y expectativas de campaña, no desborda ni pone en entredicho los límites y formalidades del régimen democrático. Quizás ese fenómeno explique por qué los poderes fácticos siguen financiando las campañas de los mismos candidatos que luego, cuando son funcionarios, no pueden menos que cuestionar, al igual que hace el resto de la población, en términos éticos y de interés nacional.

Cualquiera que sea la explicación, los principales partidos políticos del país acaban de concluir o están en proceso de celebrar u organizar sus respectivas convenciones con la participación decidida y ordenada de su militancia. Podrán venir pleitos posteriores al cierre de las urnas, como sello de marca de cualquier proceso electoral en el país; sin embargo, la intervención de la población se hace con convencimiento y en un contexto en el que los incidentes son estadísticamente insignificantes.

Ese es un logro del espíritu democrático de dominicanos y dominicanas, independientemente de filiaciones y banderías políticas. Y en él me baso para afirmar que la disyuntiva: tener menos democracia o más orden y solución a los problemas, no ha llegado a ser una opción realista en el país.

En adición a lo dicho, empero, para que dicho espíritu funcione satisfactoriamente en el cuerpo institucional dominicano es indispensable que el desconcierto ideológico producido por el fracaso del comunismo, los impactos de la política de globalización, la creciente deuda social y la quiebra del populismo, así como los efectos sociales y morales de la corrupción y del consumo y tráfico de estupefacientes, sean asumidos en términos de reformas institucionales y de proyectos alternativos que den una nueva vigencia a los partidos políticos tradicionales. Pero, ¿cómo alcanzar esa vigencia?

Claro está, no se trata solamente de cuestiones de retórica publicitaria o de retoques cosméticos e imagen de candidatos y candidatas. Quiérase que no, las elecciones partidistas y sobre todo las nacionales se fundamentan en, y se ganan con programas de ajuste sobre las mayorías sociales, tanto en períodos de crecimiento, por ejemplo la década de los noventa, como de crisis, por ejemplo en el presente. Por eso, tal y como reconoce Felipe González, cuya exitosa experiencia al frente de un partido político y de un Estado moderno es incuestionable, «el propio desarrollo de una economía y de un sistema financiero global ha condicionado la soberanía para decidir sobre la macroeconomía nacional».

Políticos y gobiernos que vulneran los estrechos márgenes que les dejan pagan bien caro. Los unos ante sus propios conciudadanos, que no pocas veces se tiran a las calles a reclamar y exigir. Los otros frente al concierto de naciones, cuyos representantes internacionales hablan, incluso, como en el recién concluido foro de la Organización de Estados Americanos, no sólo de cláusula democrática sino de anticipar o vigilar las crisis que puedan poner en riesgo la democracia en América Latina.

En República Dominicana, mientras tanto, el debilitamiento de las funciones del Estado como garante del bien común ha sido aceptado mal que bien por la imagen burocrática y clientelar, cuando no corrupta, de la vieja estructura partidista y gubernamental. A pesar de ello, no ha sido sustituida por otra. Ahí reside el desafío político del presente. No defraudar la confianza que la población sigue depositando en los partidos políticos mayoritarios que indistintamente ostentan o aspiran al poder del Estado, hasta superar nuestra irritante esquizofrenia política en una práctica democrática más responsable, solidaria y participativa. ferran1@yahoo.com

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